El primer día que salimos a hacer ejercicio o que decidimos comer la mitad del postre o leer no solo pasando los ojos sobre el texto sino reflexionando, es el día más difícil. Lo hacemos a pura voluntad y ejercer la voluntad demanda energía.
El libro The Attributes, de Rich Diviney trata sobre cómo desarrollar rasgos que les son indispensables a los combatientes SEAL de la Armada de Estados Unidos. En él comenta el autor cómo desarrollar el coraje, entendido como lo define la RAE como valor o impetuosa decisión y esfuerzo del ánimo. El libro está escrito con la asesoría de un experto en neurociencia, lo cual le agrega valor.
No se trata de no tener miedo. Eso no se puede controlar. Se trata de elegir qué hacer con el miedo, para lo cual señala que el coraje se puede ir desarrollando paulatinamente, o sea, primero realizando acciones que den temor, pero no acciones que aterroricen. Lidiemos primero con los temorcillos. El truco principal está en vencer un obstáculo, vencer ese temor moderado, ejecutar la acción, y darse cuenta con plenitud de la sensación agradable que se obtiene. Esa sensación agradable, es obra de la dopamina, un neurotransmisor que nos hace sentir bien y que es protagonista en el establecimiento de buenos hábitos, a través del circuito acción-logro-dopamina-repetición. También experimentamos esta sensación cuando realizamos una tarea significativa. El haberlo logrado se siente bien, se siente placentero. Lo mismo ocurre cuando cumplimos un compromiso o en general cuando tenemos un logro que consideramos exitoso.
A prácticas como ésta se las anda denominando hackear el cerebro. No me gusta el término por su asociación con otros hackeos. Pero la verdad es que hackeamos el cerebro desde hace milenios. Siempre que nos hemos ocupado del aprendizaje lo que estamos haciendo es induciendo modificaciones cerebrales, solo que ahora, gracias a la neurociencia se sabe qué se modifica y cómo en nuestro cerebro, cuando aprendemos algo.
Darnos cuenta plenamente de que la dopamina actúa cuando completamos una tarea importante, nos pone en el camino de que cuando enfrentemos otra tarea de igual magnitud, no solamente vamos a estar afectados por la incertidumbre del resultado, por el costo del esfuerzo que hay que realizar, sino que vamos a estar tentados por esa sensación de logro que ya hemos vivenciado plenamente. A eso es a lo que llamo gestionar la dopamina. A endulzar la dificultad de hacer con la perspectiva del disfrute del logro.
En el pasado he escrito que los logros es bueno tenerlos en un álbum de recuerdos imaginarios, a fin de que opere la asociación que nos lleva a pensar que, si logramos aquello en el pasado, ahora seremos capaces de lograr esto que estamos iniciando. Pues a eso le agrego que, al inicio de una tarea difícil, repasemos la grata sensación de logro -obra de la dopamina- que nos aguarda al concluir la acción. Eso será un incentivo para la acción. Así, se mejoran los hábitos de acción según Diviney.
Esta parece ser una buena recomendación para desarrollar la excelencia, el esmero en todas las dimensiones, ya se trate de acciones físicas, cognitivas o de acciones que buscan resultados concretos. Y es también una buena recomendación en el sentido contrario, para prevenir o debilitar hábitos disfuncionales pues el mismo circuito de acción-resultado-dopamina-repetición, ocurre cuando estos se están formando. Así que, en guardia, sobre buenos y malos hábitos.
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