La salud es un problema tan complejo, en el cual convergen tantas causas, que no es sensato dejarle al órgano encargado de la salud en un país, por ejemplo, la CCSS, toda la responsabilidad por los resultados. Sobre esto escribió en La Nación del 22 de setiembre el Dr. Juan José Romero, epidemiólogo de la UNA.
Lo mismo se podría decir sobre el abastecimiento, distribución y uso del agua. Si creemos que es un encargo exclusivo del ICAA, estamos equivocados. Las nacientes, los mantos freáticos, el uso comedido son parte de nuestra responsabilidad como habitantes y como usuarios. Es claro que los entes rectores tienen mayor responsabilidad. Y es cierto también que una de sus responsabilidades de mayor significado es lograr que la población se sensibilice para conseguir su colaboración. Esto requiere coordinación. Coordinar es ponerse de acuerdo sobre objetivos y medios de lograrlos. Me pregunto por ejemplo si el ICAA tiene como una de sus actividades principales el sensibilizar a la población sobre el valor del agua. Y si para hacerlo tiene una coordinación robusta con el MEP.
Imaginemos por ejemplo lo que podría hacer por la salud de la población que todas las personas que conducen vehículos aumentaran la prudencia al hacerlo. O si ilumináramos nuestros hábitos de ingesta de tabaco, sal, azúcar o alcohol, con nuestra sensibilidad sobre el perjuicio social que entrañan. O si los esfuerzos de la seguridad social por la higiene de la población fueran más visibles y la población se pusiera las pilas al respecto. Así nos convertiríamos en aliados de las autoridades de salud, las cuales se hubieran convertido antes en líderes en materia de salud.
En abril del año 2022 en un documento de 17 páginas que envié a la señora Ministra de Educación, le decía sobre este tema, que los elementos del sistema no son solo educadores, programas, actos educativos. Lo son también estudiantes, educadores, padres de familia, empresas, sociedad en general, a los cuales se puede incitar a ejecutar acciones eficaces de alta contribución. Y en algunos casos me extendía sobre detalles de esta participación. Una iniciativa de Karla Chaves desde su empresa Próxima Comunicación, ha llamado a educadores jubilados a apoyar a los estudiantes con clases gratuitas para mitigar el apagón educativo. Este es un excelente ejemplo de lo que venimos exponiendo.
Hace años, en marzo 1998, escribí sobre participación ciudadana en la Revista Actualidad Económica. Me interesaba mencionar las diversas formas que puede tomar la participación. Por ejemplo, señalar a las autoridades problemas significativos; aportar hechos al proceso de solución; manifestar lo que se quiere o lo que no se quiere de la eventual solución; ayudar a generar posibles soluciones; reflexionar sobre las consecuencias de las soluciones que se están considerando; manifestar preferencias sobre las opciones de solución. Como se ve, no pienso que participación ciudadana tenga que ver con una gran ágora en la Plaza de la Democracia. Nuestro sistema es representativo por diversas buenas razones y son las autoridades legítimas las que tienen que tomar decisiones. Desde luego, ni a espaldas del pueblo ni poniéndole oídos de mercader a lo que este tiene que decir.
Esto requiere un giro innovador en la educación cívica. Imagino que debería conectar estos conceptos: dignidad humana, libertad, democracia, soberanía del pueblo, responsabilidad personal, decencia a la hora de formular planes de gobierno, participación de las familias, de las empresas y de las personas. Este esfuerzo debería ser sistémico, o sea, no como si se tratara de operar un modelo de partes que se suman como se suman las poleas y las palancas en un mecanismo, sino como si se tratara, porque de ello se trata, de un modelo orgánico, fisiológico de un organismo que tiene como objetivo el bien común. Esto dicho como reto. No como advertencia desalentadora. Este país ha hecho innovaciones radicales en cien años. No dejemos de intentar las que tenemos pendientes. El estado está inventado hace tiempo. Nuestra relación personal con él está esclerosada. Hay que repensarla y revitalizarla.
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En algún momento aceptamos que el máximo producto al mínimo costo era receta sobre cómo ser feliz. No. Eso solo conduce a buenos estados financieros anuales. Ni a la excelencia ni a la sostenibilidad. La otra regla, la que olvidamos, decía que amar es excederse y que querer el bien del otro aumenta nuestra probabilidad de ser felices.
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NB/ Higiene según la RAE: Parte de la medicina que tiene por objeto la conservación de la salud y la prevención de enfermedades.