Los libros que tienen propósito de aprendizaje deben evaluarse según su contenido y su forma. El contenido debe ser expresado de manera clara y completa. La forma debe ser planeada para que el libro sea amistoso. Pienso que hay lectores que no necesitan libros amistosos. Un amigo decía que, si uno solo lee libros de estilo amistoso, nunca podrá bregar con esos que casi que parecen haber sido escritos de forma inamistosa. Tal vez como lectores deberíamos tener una dosis de ambos, ojalá con mucho apoyo cuando lidiamos con los inamistosos.
Distingamos entre libros de texto y libros de tesis. Los primeros contienen lo que se sabe de un determinado tema, la teoría o la doctrina existente o aceptada. Los segundos argumentan sobre incorporaciones que se podrían hacer a la teoría o a la doctrina existentes. Los primeros son descriptivos. Como una fotografía. Los segundos son como planos, como un boceto. Son propuestas. Reactivos para pensar.
Se quedó perdida en el camino una innovación que existió en los años 60 y que se denominó enseñanza programada (programmed instruction). Me parecía promisoria. Se daban en el libro objetivos de aprendizaje. Luego un texto muy bien ordenado. Luego venían unas preguntas. Si escogías la respuesta incorrecta, el libro te señalaba hacia dónde deberías regresar. De esta manera, estabas seguro de ir avanzando solo si ibas aprendiendo lo requerido. Nada de he leído tres capítulos, pero no sé para dónde va el autor. Y nada tampoco de voy leyendo, pero estoy perdido.
Sobre la enseñanza programada me sorprendió esta cita de Edward L. Thorndike escrita en 1912: Si, por un milagro de ingenio mecánico, un libro pudiera ser dotado de la capacidad de que solo pudiera ver la página dos aquel lector que hubiera hecho lo requerido en la página uno, y así sucesivamente, mucho de lo que ahora requiere instrucción personal, podría gestionarse de manera impresa. (traducción libre)
Tanto los libros digitales como los impresos pueden contener elementos que los hagan más amistosos o no. ¿Qué hace a un libro ser amistoso? Lo anecdótico, lo que despierta admiración, lo humorístico, lo sorprendente. En mis libros de matemáticas colegial no estaba la anécdota que mi profesor de matemáticas narraba sobre la invención del ajedrez ¿La recuerdan? El rey fascinado queriendo darle un premio al inventor y este pidiendo un grano de trigo por el primer escaque, dos por el segundo, cuatro por el tercero, ocho por el cuarto y así sucesivamente. En los libros de texto de mis hijos sí aparecían cosas así de divertidas.
Me parece que el libro tiene dos rasgos a ser mejorados. Nadie quiere hacer un libro corto y la formalidad del libro crea barreras. Pienso en lo confortable que sería un libro digital de finalidad informativa que no le imponga al lector el orden mental del autor, sino que esté abierto a responder las inquietudes del lector en cualquier orden. ¿No es así como hacemos las búsquedas en Google? En un libro de finalidad formativa, sí que el orden del autor es parte de lo que se debe comunicar.
El libro digital ideal, habría de saber cuánto del tema nos es conocido, qué nos interesa, qué objetivo tenemos y dar acceso a apoyos remediales para continuar.
El libro debería explicitar lo que da por supuesto sobre el lector, por ejemplo, en cuanto a su actitud y sus creencias. Claro que un lector atento va descubriendo eso. Pero creo que es mejor libro aquél en el cual el autor no juega con el lector al gato y al ratón.
Otra característica de ese buen libro digital sería que el lector pudiera elegir entre tres opciones de profundidad y que la opción menos profunda diera acceso a las versiones subsecuentes. Un libro digital ideal debe tener muchos vínculos a hipertextos, o sea a ampliaciones, ilustraciones, digresiones. Pienso que todo libro, digital o impreso debería tener un resumen, así como los artículos científicos lo tienen (abstract) y de ser posible, cada capítulo debería tenerlo. Leí una vez un libro de texto de filosofía donde cada párrafo tenía un resumen.
Sobre el libro en papel hemos escuchado muchos elogios: olor, textura, facilidad de marcar por dónde vamos, subrayados, anotaciones al margen, marcas de papel que dejamos en algún momento, hace cincuenta años como esa factura de gasolina que recuerda que con veinte colones llenábamos el tanque. Sobre las anotaciones, especialmente en los libros de texto que años después repasamos, decía un amigo, que siempre nos recuerdan lo listos que éramos. ¡Claro! Tenía preguntas más informadas el estudiante joven que preparaba un examen que el profesor jubilado que navega por ahí a ver si recuerda cómo era la cosa.
Algunos elogios los merece también el libro digital. Y merece otros, como la facilidad de subrayar; de luego unir todos los subrayados en algo como una ficha personal; la posibilidad de buscar la palabra que fue lo único que nos quedó de una idea que ahora queremos recordar. Pronto con la inteligencia artificial vendrán otras maravillas de las cuales será capaz el libro digital con clara ventaja sobre el libro de papel.
Sobre el libro digital hay muchas reservas hoy en día. Posiblemente la atención que ponemos, especialmente los no nativos digitales, es diferente. El texto parece desplegado en una vitrina, no está a la mano como el texto impreso. Y cuando apagamos la pantalla, el vacío que deja el libro que un minuto antes era nuestra compañía, nos inquieta como si hubiera sido una ficción, o una alucinación. Y jamás nos invitará, ni nos inculpará desde la mesa donde lo dejamos.
¿Se podría intentar algo que uniera las ventajas de los dos modos, digital e impreso? Esto es ciencia ficción. Sería un libro en papel, tan barato como los libros digitales, el cual tuviera una versión digital, la cual pudiera ser alimentada por todo lo que le hiciéramos al libro de papel.
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La cita de Edward L. Thorndike procede de: