Este es el resumen del video a continuación:
Es época de discursos de graduación universitaria en los Estados Unidos, donde los mejores centros académicos se esmeran en convocar oradores cuyos mensajes dejen una marca imborrable en las vidas de las personas graduandas, sus familias y el público en general. Este año de nuevo ha habido una larga lista de oradores muy destacados cuyos mensajes tienen como hilo conductor el mejorar la condición y la calidad humanas y el bienestar de nuestra especie y de todas las demás en la Tierra. Reflexionamos acerca de esta práctica y este tipo de mensajes, que equivalen, de alguna manera, a mandarse un mensaje a nuestro Yo joven. Mensajes tales como que existe una diferencia importante entre el deseo y el desapego. Mientras el deseo nos impulsa de manera saludable a perseguir nuestras metas, objetivos e intereses, el apego nos aferra emocional e ideológicamente a asuntos más allá de su logro o su fracaso. Como el montañista que por décadas quiso conquistar la cima del Everest y, al lograrlo, se dio cuenta de que no era tan especial como lo había imaginado, porque siempre lo imaginó con su pareja. Ella había permanecido en la última estación con dificultad para movilizarse por su cuenta en la zona de la muerte arriba de los 8000 metros de altitud. Él decidió bajar por ella y convencerla de que valía la pena subir juntos. Mucho antes de llegar a la cima juntos, ella se desplomó por una ladera y murió de manera instantánea. Él todavía llora con culpabilidad, no por el deseo de subir al Everest sino por el apego de hacerlo con ella. Otro mensaje que imaginamos para nuestro Yo joven es la diferencia entre el propósito y el legado. Propósito es aquello que nos impulsa a realizar todos los esfuerzos que consideramos posibles para alcanzar la prosperidad. Legado es todo aquello que hacemos para que sea disfrutado por quienes sobrevivirán después de que hayamos superado esta densidad física terrenal. Equivale a la expresión de sembrar árboles bajo cuya sombra nunca descansaremos. El tercer mensaje que ofrecemos es la diferencia entre el valor y el dinero. Tener una mentalidad agresiva, ejecutiva, robusta, sensible, sostenible, enfocada en la creación de nuevo valor, tendría, al menos, dos consecuencias: por un lado, aumentaría el bienestar propio y de otras personas y formas de vida; por otro, es muy probable que si ese nuevo valor fuera real, también sería monetizable y convertible en riqueza económica. Y ustedes, ¿cuáles mensajes le mandarían a sus Yo jóvenes?