Agenciárselas

El diccionario de la RAE dice que agenciar es hacer las diligencias conducentes al logro de algo. Es procurar o conseguir algo con diligencia o maña. A mí me suena a iniciativa, uno de los rasgos del espíritu emprendedor. En mi niñez los mayores, cuando querían responsabilizarnos de obtener algo, utilizaban la expresión, pues usted vea cómo se las agencia.

He leído un artículo escrito por Claire Chuter, estudiante de doctorado de la Escuela de Educación de Johns Hopkins University cuyo título según mi traducción más que libre sería El papel que en el aprendizaje tiene agenciárselas (The role of agency in education). De lo que trata es de cómo y para qué, conviene que los estudiantes no sean pacientes, no sean objetos pasivos, sino que sean agentes, es decir sujetos que gestionan su propio desarrollo. Más o menos sobre la estructura del artículo, voy colocando mis reflexiones, así que la lectura de esta nota no excusa de la consideración cuidadosa del artículo.

Para que un estudiante se las agencie, necesita saber lo que es aprender y querer hacerlo; tener confianza en su capacidad de lograrlo. Y tener claros los pasos que ha de dar para hacerlo.          

La capacidad de agenciárselas es algo dinámico: se va desarrollando según nos las agenciamos y así, es a la vez un recurso para la exitosa educación y un producto de la brega por educarse. Y su valor no termina con el proceso educativo, sino que faculta para el aprendizaje permanente cuando se concluya la educación formal. Además, faculta para emprender en otros campos que no son propiamente educativos. Un estudiante-agente, habrá desarrollado los fundamentos de la actitud emprendedora. Y se habrá equipado para vivir con mayor plenitud.

Componentes

La confianza en las propias habilidades es un componente de la capacidad para agenciárselas. Por eso la relación de los estudiantes con el proceso educativo debe construir y no destruir esa confianza. Todos sabemos que no es una rareza que las interacciones con los maestros y con el proceso, sean destructivas para algunos estudiantes.  Otro componente es que el estudiante tenga claro que el proceso educativo lo puede enriquecer y que él busque ese enriquecimiento. O sea, no está en el proceso para desarrollarse por arte de magia; no está simplemente cumpliendo con un ritual cultural.  Debe haber congruencia entre lo que el estudiante busca y lo que la escuela le exige. Que el estudiante no espere que sea el maestro quien ha de poner el esfuerzo, ni piense que lo que se le pide aprender, son caprichos del sistema, sino que vea cuál es el sentido que tienen esta etapa de su vida, en su vida futura. Y el tercer componente es la auto-regulación, es decir, la resolución de dirigir sus esfuerzos hacia las metas concretas cueste lo que cueste. Igual que si estuviera aprendiendo a practicar un deporte, ha de hacer esfuerzo, ha de sacrificar tiempo, ha de evitar distracciones.  Una esencial tarea de los maestros es desarrollar esos rasgos en los estudiantes.

Según lo anterior, ¿cómo se puede crear un ambiente de aprendizaje propicio?  Los chicos deben compartir sentimientos positivos por la actividad académica. Imaginemos que el estudiante se ve un poco como un prisionero. Entonces verá los exámenes como una prueba para ir alcanzando la liberación. Y verá a los maestros como los vigilantes a quienes hay que satisfacer, aunque sea engañándolos. El aprendizaje debe verse no como la forma de irse alejando progresivamente de ese estado indeseable de ser estudiante. Un estado mental de desvaloración de lo académico –una lucha de clases, velada o abierta, entre lo que representan los maestros y los estudiantes- es un clima adverso.  

La evaluación es importante. Pienso que la evaluación sumativa: sacó un 4. Tiene que repetir, se relaciona con la fantasía de la escuela-prisión. En tanto que es un rasgo propicio la evaluación formativa –Parece que todavía no domina tal tema. Pero yo educador soy su socio para que lo llegue a dominar-. Y finalmente, ese ambiente propicio requiere la autonomía del estudiante. Que se sienta conductor de su propio proceso en el cual participa porque así lo quiere porque le beneficia. No es el prisionero vigilado sino el ser humano que elige. A esto contribuye el maestro que le da un tratamiento de persona. Que no intenta vigilarlo para que no se escape, sino que le ofrece un apoyo en la modalidad de justo a tiempo: Ahí estaré en los momentos críticos de su aprendizaje. O sea que el maestro estará atento a cuándo el proceso de aprendizaje de cada estudiante requiere una ayuda puntual.

¿Y cuáles son los rasgos de un estudiante que se las agencia? Cuando enfrenta una dificultad de aprendizaje sabe que ha de recurrir a otra estrategia. No se trata de bregar ciegamente para aprender, sino de proceder como procede un artesano, quien, para cada tarea y circunstancia diferentes, tiene una herramienta específica.  Ha de tomarse las tareas y las pruebas como un reto y no como un castigo o una desgracia. Ha de ponerse retos a sí mismo. Ha de conectar lo que va aprendiendo con cosas de su vida corriente. Debe saber buscar ayuda y ha de realizar la tarea de autoevaluarse.

Todo lo anterior, implica que el aprendizaje formal tiene unas precondiciones, las cuales deberían ser trabajadas antes de que comience el aprendizaje sobre contenidos. Que las fantasías y los paradigmas equivocados conspiran contra esas precondiciones. Que la tarea no consiste en exponer y luego evaluar. Que la meta no es entregar diplomas sino desarrollar seres humanos. Entusiasmarlos y equiparlos para que se las agencien. Y que, en terminología de moda, todo aprendizaje formal requiere de un ecosistema propicio. 

Artículo fuente            The role of agency in education. https://theeducationhub.org.nz/agency/ 

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