Se reparan países

Observamos las extraordinarias condiciones que presenta Costa Rica y los lentos logros que vamos alcanzando. Algo no calza. Por alguna parte se nos está disipando la energía. Como país tenemos un gran cortocircuito. Tenemos potencialidades nacionales inactivas y sin fruto. ¿Habrá formas de reparar un país?

El 19 de abril, en La Nación, Miguel Sobrado publica La voz interior boicoteadora donde plantea la operación tenazas para atacar la exclusión. Por un lado, la acción organizada de los excluidos para demandar un espacio y poner en marcha sus propios proyectos. Y por el otro una política social centrada en la educación moderna, que empodere a los excluidos para transformar su visión y perspectivas sociales, que destape y promueva su potencial, para romper las voces interiores que impulsan la pasividad y la resignación.

Jorge Vargas Cullell, en su columna Enfoque en el mismo periódico, edición del 20 de abril 2023, plantea que sin una sinfonía de conversaciones políticas la democracia enferma de intolerancia, porque nos vamos atrincherando detrás de nuestras verdades, fabricando suspicacias y aislamiento recíproco. Y recomienda que nos sentemos a tomar muchos cafés para encontrar soluciones compartidas para los graves desafíos que enfrentamos como país. Es una propuesta nítida y sensata.

Dos cosas vinieron a mi mente. Una, la metodología denominada World Café, relacionada con talleres de trabajo grupal, creada por Juanita Brown y David Isaacs, para organizar a un grupo grande en grupos pequeños, semejantes a grupos que se encuentran para tomar café. Conocí a Juanita hace muchos años. Ella co-facilitaba una actividad de varios días en la cual yo hacía mis primeros contactos con la experiencia de los grupos de crecimiento. En ese tipo de actividades, que no eran World Café, pero sin duda precursoras, experimenté por primera vez el fenómeno maravilloso de cómo un grupo de desconocidos, de diversas culturas, ocupaciones, posiciones ideológicas, temperamento, personalidad, pueden ir encontrando áreas comunes, pueden ir colaborando, construyendo soluciones, aprendiendo. Ocurre ahí un proceso de acercamiento semejante al que ocurre cuando conocemos a alguien y poco a poco, ese primer contacto va construyendo confianza, se va transformando en cercanía y a veces hasta en amistad. Tiene razón Jorge Vargas en lo promisorio de sentarnos a tomar muchos cafés para construir acuerdos.

La otra cosa que vino a mi mente es la diferencia entre un taller de crecimiento o de promoción de habilidades blandas, cuando el proceso es conceptual y verbal y cuando el proceso implica acción. Nos podemos reunir a conversar en un salón, con una pizarra blanca y un proyector. Esa es una versión útil de un grupo de crecimiento. Otra versión útil, por ejemplo, acampar en grupo o hacer una excursión o bajar los rápidos de un río. En esas actividades se enfrentan retos y para resolverlos, hay que experimentar las circunstancias que afectan la colaboración: ceder en nuestras posiciones, pedir y dar ayuda, experimentar juntos la frustración de lo que no sale y el éxito de lo que se va logrando. Y no solo se obtienen estos resultados en contacto con la naturaleza. Situaciones y resultados semejantes ocurren cuando, aun bajo techo, realizamos ejercicios similares trabajando por ejemplo en la manipulación libre de materiales físicos provistos por el facilitador, hasta lograr un resultado grupal. En ambos casos operan dos elementos de los recomendados por Miguel Sobrado: la acción organizada y el apropiamiento sobre los proyectos. No es lo mismo sentarse a escuchar una charla sobre búsqueda de acuerdos, que enfrentar retos que nos obliguen a la negociación de ideas, de planes, de materias primas y de herramientas. Sobre esto último Miguel Sobrado también ha escrito en el pasado, a partir de las investigaciones de Clodomir Santos de Morais y su Laboratorio Organizacional.  

En otros tiempos, los barrios, las pulperías, una cierta jerarquización implícita existente en las comunidades y en el país, nos llevaban a escoger a quiénes pondríamos más atención. La formación de opinión operaba de diferente forma. Había más nodos de liderazgo. Todos sabíamos cuáles opiniones valorar más. Hoy, el aumento de población, la aparición de múltiples tribus, pequeñas y compactas, la actitud ante la política y el descontento con los logros, han producido desesperanza y falta de entusiasmo en los habitantes. Sumemos a esto el impacto negativo de algunos influencers, emisores de fake news y troles. El resultado es que ya no operaría con el impacto que tuvo, otro Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, como el de los años cuarenta. Ni parecen existir las condiciones para el surgimiento de liderazgos personales caudillistas como el de esos años.  

Ahora deberíamos explorar otras vías, como los simbólicos cafés de Jorge Vargas o el Laboratorio Organizacional que tan bien conoce Miguel Sobrado. Asesorémonos. Combinemos métodos. Experimentemos. Registremos resultados. Corrijamos. Aprendamos.  Ese es un mejor camino que seguir viendo con tristeza cómo el país deja de prepararse para el futuro. Seamos proactivos. Diseñemos un método en el cual todos, a la medida de nuestras circunstancias, tengamos una posibilidad de aportar. El país necesita reparaciones.

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Otras referencias

The World Café. David Isaacs and Juanita Brown, una metodología y un libro.

https://es.wikipedia.org/wiki/Clodomir_Santos_de_Morais

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