Recién he terminado de leer The Attributes, un libro de Rich Diviney sobre liderazgo y cuyo origen es cómo se entrenan los equipos de SEALS de la Marina Norteamericana. Un equipo SEAL es un grupo de fuerzas especiales para operar en el mar, en tierra y en el aire (sea, air, land). Útil el libro, pero con mucho menos que eso se puede mejorar el desempeño de un equipo de trabajo común y corriente.
De hecho, me ha parecido a lo largo de mi vida profesional, que el desarrollo de un equipo tiene relación con unos pocos conceptos: primero, el equipo necesita construir confianza, es decir, que haya un mutuo entendimiento de qué y cuánto pueden esperar unos de otros. Esa construcción de confianza se crea a partir de tiempo significativo: no es lo mismo pasar tiempo en el mismo sitio, que pasar tiempo estando juntos. Algo que hace el tiempo significativo es el tipo de comunicación. Si nos pasamos hablando de futbol o murmurando sobre el gobierno, eso no nos acerca. Así que no es lo mismo la hablada intrascendente que la conversación que nos acerca.
¿Qué cosas nos acercan? Creo que compartir dudas nos acerca. No desde luego la duda de si va a llover o no va a llover, sino las dudas que nos implican desde dentro. ¿Vale la pena lo que estamos haciendo? ¿Tenemos temor de que no salga bien? ¿Qué consecuencias tendría si esto no sale bien? Nos acercan las auto-reflexiones ¿Cuáles aportes de cuáles miembros valoramos? ¿Se nota lo que aporto? ¿Lo que aporto es valioso? ¿Se espera más de mí? Nos acercan los reconocimientos y elogios que intercambiamos. Nos acercan las peticiones que nos hacemos sobre lo que cada uno podría aportar. Y las expectativas razonables que tenemos en torno a las potencialidades de los demás.
Nos acercan los juicios con intención objetiva sobre lo que hacemos. Hago esto porque me parece que es valioso. Hago solo esto porque no encuentro otras formas superiores de contribuir. ¿Ustedes qué más esperarían que yo contribuyera?
Nos acerca mostrar vulnerabilidades y el reconocimiento realista que cada uno de los miembros del grupo haga de sus propias fortalezas.
Nos acercan los juicios que implican expresión de afectos. Me gusta cómo el grupo me apoya en tales circunstancias. Reconozco la disposición del grupo a plantear con franqueza lo que esperarían de mi contribución. Mis sentimientos en tales circunstancias son tales o cuales. Y la expresión de necesidades afectivas. Necesito que me alienten cuando fallo. Valoro que me den muestras de que con el error cometido no me estoy quedando sin oportunidades. Recuerdo tales escenas de intercambio de afectos y el efecto que tuvieron en mí. Valoro que me den información de cómo mis expresiones de afecto los han impactado a ustedes.
Pero lo anterior, no solamente funciona y es deseable en un equipo de trabajo. Es también deseable en un grupo de amigos y en el núcleo familiar, los tres grupos con posibilidades de intensificarse y de convertirse en oportunidad de crecimiento para sus miembros. Pensar que estos grupos son como son y que no están sujetos a crecimiento, es empobrecer nuestras relaciones cercanas. Así que renunciar a los medios señalados arriba y convertir nuestros encuentros en ocasiones anodinas de conversar solo sobre temas seguros, que no impliquen ocasiones de cercanía profunda, de discrepancia, de adquisición de perspectiva y conocimiento, es desaprovechar oportunidades. Y así no debemos extrañarnos de que esos grupos no crezcan, no se intensifiquen, no aumenten los frutos que podríamos obtener de ellos.
La próxima vez que encontremos a un amigo y le digamos: vamos a tomar un café, intentemos, en analogía a la ceremonia del té japonesa, decirle: vamos a tomar un café ceremonial. Un café que sea una oportunidad de crecimiento. Un café que nos acerque. Que aproveche esta ocasión -toda ocasión de cercanía es misteriosa, bienvenida, fecunda-. Que produzca crecimiento en ti y en mí. Así las distancias no seguirían congeladas. Y abriríamos ricas avenidas a nuestro crecimiento personal.
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