Soñar con esperanza

Interpreto de lo que dice el Estado de la Nación, que nuestro pacto social es borroso. ¿Cómo revitalizarlo? Imaginemos unos conductores nacionales que tengan un sueño realizable. Imaginemos un conglomerado de habitantes que también lo tengan. Prefiero lo segundo que lo primero. Qué bueno sería tener ambas cosas. ¿Tienen un sueño sobre Costa Rica nuestros conductores? Si lo tienen, es un sueño silencioso del cual no hemos escuchado. ¿Tienen un sueño nuestros habitantes? Igual, no logramos escucharlo.

Para Aristóteles, la esperanza es el sueño de los despiertos. Para Savater la esperanza puede ser un tónico para los rebeldes y un estupefaciente para los oportunistas y acomodaticios.

¿Qué nos impide alcanzar la realización de un sueño? Hay varios obstáculos. No sentirse digno de participar en su construcción. Renunciar a la posibilidad de mejorar la realidad. Resignarnos a que la realidad tenga los defectos que tiene. Pensar que soñar y hacer realidad los sueños es tarea de otros. Dudar de que cada uno puede contribuir a darle forma al sueño. Ignorar que el sueño demanda esfuerzo para realizarse.  Si no nos atrevemos a soñar, ¿Cómo se nos va a convertir un sueño en realidad?

Estamos a menos de un mes del año nuevo, mientras grandes cantidades de personas están en modo de vigilia, de espera simbólicas, porque Adviento significa llegada, venida y de esa manera alude a la espera. Es buen momento para preguntarnos si las dificultades que vive el mundo, bélicas, sanitarias, económicas, climáticas serían mejor encaradas por Costa Rica como país, si tuviéramos un sueño alcanzable y compartido.

¿Qué hemos de hacer para soñar? Tener esperanza en que los sueños se pueden convertir en realidad. El preadolescente soñó que iba a ser bachiller y lo logró. La joven bachiller quería ser ingeniera electrónica y lo logró. La pareja quería formar una familia y hoy, años después, están en la graduación o en la boda de sus hijos o en el bautizo de su nieto.

Hemos de caminar en la dirección del sueño. Llevar la mirada puesta en lo que sigue del camino sin mirar atrás y sin preguntarse cuánto falta. Hemos de animar a otros a que sueñen y caminen. Hemos de comprender a quienes quieren abandonar el sueño y el camino. El sueño de una nación no es la inspiración ni el esfuerzo de una persona sino de varios, de más, de muchos.

Hemos de reconocer el derrotismo, el pesimismo, el qué difícil, el esos no están contribuyendo, el qué lento que vamos. Aquel hombre de ochenta años que compraba árboles para sembrarlos preguntó, ¿cuánto tardarán en llegar a ser adultos? Cuarenta años, le respondieron. Y él se dijo a sí mismo entonces debemos sembrarlos sin pérdida de tiempo.

Comencemos por un ejercicio de gramática vital. Conjuguemos el verbo soñar: Tu sueñas y me sirves de ejemplo. Ellos sueñan como grupo. Yo sueño con energía. Primero un sueño pequeño. Luego uno de mayor impacto. Soñemos juntos ya encontraremos la forma de hacerlo. Soñaré sin desalentarme de que otros no estén soñando.

Una nación es un conjunto de núcleos diversos. La nación no sueña. Sueñan los núcleos, sueñan las personas, sueñan los conductores. El sueño de la nación es la articulación de todos esos sueños, así como una sinfonía articula las notas de todos los ejecutantes. De eso se ocupan los directores de orquesta. Pero no habrá sinfonía si los ejecutantes no producen notas. Imagino que ahora Ucrania entera ejecuta la misma sinfonía. En los años sesenta, Estados Unidos ejecutaba su sinfonía carrera hacia la luna. En Costa Rica, recuerdo épocas en las cuales era más clara la sinfonía que estábamos ejecutando. Hoy todos, conductores y ejecutantes podríamos estarlo haciendo mejor.

Nuestros éxitos como nación nos permiten aspirar a más. Aspirar a ser un país como tantos otros, sería un sueño poco vigoroso. ¿Hasta cuándo vamos a mirar impasibles nuestros problemas crónicos de desigualdad, falta de solidaridad, falta de productividad, falta de eficacia política?

Cada uno de nosotros es un ejecutante de esta gran sinfonía. Convoquemos la esperanza. Asegurémonos de soñar el sueño de los despiertos y de ingerir el tónico de los rebeldes.

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