¿A ti qué te parece?

Hay conocimientos modocitos que se entregan sin esfuerzo, pero muchos requieren de una cierta violencia, o sea, no caen a la primera, sino que requieren de perseverancia, de ser mirados desde varios ángulos, de ser escalados como si fueran colinas, de ser iluminados por distintos tipos de luz. Sabido eso, lo menos que podríamos hacer es preguntar antes de haber dedicado todos estos agresivos esfuerzos para merecer el conocimiento. La pregunta ¿a ti qué te parece?   es una prueba de que algo se ha hecho antes de pretender que alguien nos evite el esfuerzo de la indagación.

Usé muy frecuentemente esa pregunta durante la crianza de mis hijos. No les gustaba. Luego aprendí que no nos disgusta pensar, pero sí nos molesta sentirnos examinados. Mi pregunta, especialmente en aquellos tiempos, les debía sonar a examen y para peores, en su tiempo libre. De manera que es posible que para preguntar a ti qué te parece haya que negociar y convenir en esta deportiva regla de juego: yo soy tu coach. No te examino. No te juzgo. Te valoro mucho. Aunque no respondas. Al igual que tú, tengo fe en tu capacidad y me dejaré los dientes porque la desarrolles plenamente.

Una buena pregunta es un acto creativo. Las primeras preguntas que surgen sobre un asunto son casi siempre de finalidad descriptiva y de respuesta obvia. Algunas son tests para comprobar lo que estamos pensando o lo que ya sabemos. Transcurridas estas quedan las más profundas, las cuales son el producto de haber transitado por lo obvio. No se debe preguntar sin pensar. Una pregunta no debería ser una forma de ahorrar pensamiento. Deberíamos ganar con esfuerzo propio previo, el privilegio de hacerle la pregunta a ese que creemos que sabe. La respuesta buscada construye más que la respuesta pedida. La pregunta debería ser una fotografía de hasta dónde hemos llegado en el camino de la búsqueda.  Quizá mi profesor lo que buscaba era entender en qué parte del camino nos encontrábamos. Así, sin palabras, estaba diciendo muchas cosas.

Estaba diciendo que a muchas preguntas les podemos encontrar respuesta sin ayuda. Que muchas preguntas no valen la pena. Que lo importante, en algunos casos, no son las respuestas sino el camino para encontrarlas. Que la respuesta que encontramos recorriendo el camino es más valiosa que la que alguien nos da a partir de su propio recorrido.

¿Y a ti qué te parece?

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