Problemas y neuronas

Es inevitable que tengamos problemas. Nuestra acción, nuestras aspiraciones, han de existir en la realidad. La realidad es compleja.

Nuestro cerebro se modifica ante cada experiencia. Ese es un principio de la neurociencia. El de la plasticidad cerebral. Así que cada proceso de resolución de un problema nos modifica. Me atrevo a decir que, sin problemas, en un mundo donde nuestras aspiraciones y acciones no tropezaran con nada, acabaríamos teniendo un cerebro diferente al que tenemos. En el pasado se hablaba de ejercitar el cerebro como se ejercita un músculo. El cerebro no es un músculo, pero la neurociencia ha venido a demostrar que se modifica con cada experiencia y esa modificación no solo tiene consecuencias cognitivas sino también emocionales, o sea que nos va haciendo no solo más listos sino más adaptados. 

Nuestros procesos de resolución de problemas, de enfrentamiento de retos, de toma de decisiones, podrían conducirnos a mejoras en nuestro cerebro, o a deterioro de él. Por ejemplo, si uno se toma los problemas a la tremenda y los mira como calamidades, esto posiblemente vaya dando origen a un cerebro que aspiraría a salirse de la realidad, que sentiría que está metido en un juego injusto, que posiblemente atribuiría indebidamente causas a su situación: esto me pasa porque no soy talentoso, o alguien me está castigando, o la vida no es justa.

Estaríamos de esta manera conformando un cerebro que sería un buen instrumento para fugarnos de la realidad mediante cualquiera de las tácticas conocidas: fantasías, drogas, inacción. Tal vez esto es lo que algunos psicólogos llaman acercamiento fóbico a la realidad. Algo así como si miráramos algunos aspectos de la realidad como si fueran alacranes o algo peor.  

En cambio, un cerebro que le da la bienvenida a la incertidumbre, que acopia energías para enfrentar lo desagradable o lo retador, que tiene un buen método para lidiar con esas circunstancias, sería un cerebro para la acción, para transitar por la realidad tal como es, lo cual parece una mejor opción que un cerebro en fuga.  Todo esto sería lo contrario a un acercamiento fóbico a la realidad. Sería un acercamiento realista, proactivo a la realidad.

Lo anterior nos permite dibujar dos caricaturas opuestas del comportamiento. Una es no salgo de casa para que no me ocurra nada desagradable, voy a irme encerrando en mí, voy a transitar por donde sé que no hay problema, voy a evitar a la gente que me plantea problemas. La otra caricatura es la de aquí estamos, la realidad es así, voy a transitar por ella sabiendo que pueden ocurrir cosas agradables y desagradables, voy a mantener una actitud de expectación a ver qué es lo próximo que esta realidad me presenta. Esto me parece que describe el espíritu de aventura: la expectación alegre de lo que puede venir.

El futuro es desconocido, lo que sigue de nuestra vida, en la próxima hora o en el próximo año. El futuro es incertidumbre total. Nada podemos hacer para reducirla. Lo que hemos de hacer es adentrarnos en él con espíritu de aventura: no sabemos lo que viene, sabemos por experiencia que vendrán cosas buenas y cosas malas, accionemos para que unas sean más que las otras. Aceptemos que habrá cosas malas e ilusionémonos con las buenas posibles. 

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