Me resulta conmovedor que según la Wikipedia Costa Rica, cuando solo tenía 12 años de vida independiente y una población que no pasaría de 70.000 habitantes, creó El Noticioso Universal, un periódico semanal. Así de larga es nuestra tradición de comunicación colectiva. Hoy esta tarea la hacen los medios de comunicación colectiva o masiva, ya sean impresos, radiofónicos y televisivos, caracterizados por un emisor único y un receptor masivo. Y las redes sociales que son plataformas digitales en las cuales los participantes son a la vez productores y consumidores.
En las últimas semanas he venido escribiendo sobre algunos requisitos para tener una buena gobernanza durante el cuatrienio. Dentro del mismo tema, quiero referirme hoy a los órganos de comunicación colectiva y posiblemente la semana entrante a los participantes en redes sociales y a los ciudadanos en general.
Al informar, se forma. Saber lo que no se sabía, nos forma. Lo queramos o no.
Informar es transmitir datos. Pero con frecuencia, cuando informamos, reflexionamos sobre los datos y al hacerlo, mostramos cómo pensamos y eso es una acción voluntaria o involuntaria de modelaje, o sea, dejamos de ser transmisores neutrales y nos convertimos en formadores de opinión. Entregamos materia prima, pero nos introducimos en la mente del receptor para -queriéndolo o sin quererlo- entregarle también una forma de procesarla.
Pienso que lo ideal sería que los órganos de comunicación colectiva entreguen datos o hechos a los habitantes y que otra entidad, posiblemente los entes relacionados con la educación promuevan el aprendizaje sobre cómo formarse una opinión madura sobre los hechos. Pero es de alto valor social que esos órganos mejoren la forma de pensar de los habitantes … pero sin decirles lo que deben pensar.
Los órganos que se ocupan sobre la difusión de datos o hechos, que en eso consisten las noticias toman buen cuidado de ser muy objetivos. Y a lo largo del tiempo han venido distinguiendo entre la tarea informativa y la tarea formativa. Esta última es lo que se denomina editorializar. Un editorial es el espacio en el cual el órgano de comunicación colectiva plantea lo que cree y lo que quiere. El editorial podría no tener contacto con los hechos. Podría ser una proclama sacada de las aspiraciones del órgano. Usualmente son un mensaje que intenta movilizar a los receptores en una determinada dirección y usualmente tienen un sustento en hechos.
Los órganos de comunicación colectiva no deben ni pueden ser neutrales, pero sí que deben constreñir su posición, su subjetividad, al editorial. No se vale por ejemplo hacer los titulares con la intención de movilizar, en una determinada dirección, la opinión de los consumidores de información. A eso se le llamaría manipulación. Tampoco se vale seleccionar la información con la misma intención. A eso se le ha llamado amarillismo.
¿Puede un órgano tener una posición política? Aclaremos. Los dueños de los medios y sus colaboradores sin duda pueden tener una posición política, pero ella no debe llevarlos a incurrir ni en manipulación ni en amarillismo. Si los participantes en un órgano de comunicación colectiva quieren llevar adelante sus ideas políticas, lo ordenado sería que formaran un movimiento político. Partido o no. Y aquí es donde aparece una sensible frontera: un medio de comunicación colectiva demanda una gran inversión y unos grandes gastos. Eso hace que sus dueños principales sean personas con poder económico. El poder siempre busca conservarse o ser aumentado. De ahí que una tentación obvia de los medios de comunicación sea unir a su poder económico, el poder político.
La democracia es un ideal inalcanzable pero digno de ser seguido. Al igual que el mercado funciona mejor sin monopolios, la democracia tiene menos calidad cuando unos ciudadanos, agrupados o no, llegan a tener mayor poder político que otros. Como tal, pienso que requiere que no existan grupos de poder político que no estén sometidos al juicio popular que se manifiesta en las elecciones. ¿Con cuál legitimidad un órgano de comunicación colectiva puede intentar hacerle la vida de cuadritos a un gobierno, o apoyarlo incondicionalmente, en otros espacios que no sean su editorial?
Esto suena a idealista. Ya tuvimos experiencia en órganos politizados. El periódico La Tribuna en los años 1947 y 1948 era abiertamente pro-gobierno. Nadie de la oposición compraba ese periódico. Lo mismo ocurría con El Diario de Costa Rica, que era el periódico, nada menos que propiedad del candidato presidencial que ganó las elecciones del 48. Igual ocurrió con el periódico La República, que fue el órgano del Partido Liberación Nacional en las décadas de los 50 y 60 o con el periódico Excelsior en buena parte de la década de los 70. Pero a estas alturas de nuestro desarrollo tenemos que seguir pugnando por una prensa libre, con la posición política que quieran sus dueños, pero con información neutra y objetiva.
Un órgano de comunicación colectiva puede tener posición política y cumplir con los requisitos éticos. Pero imagino que es una prueba sobrehumana y probablemente no superable, tener además una agenda política y cumplir con los requisitos del buen desempeño de la función de comunicación.