Nuevo gabinete

Se habla del nuevo equipo de gobierno. Ojalá la denominación resulte profética, porque conviene que ese grupo de trabajo sea un equipo. Un equipo no es una colección de personas. Es eso, más unos nexos, unos entendimientos, una tarea común, un liderazgo, unos afectos, unas reglas de juego, unas técnicas de acción, y principalmente, el entendimiento compartido de que todos pueden contribuir a mejorar la labor de todos. Se pierden posibilidades si la única persona que puede opinar sobre temas de salud pública es el ministro respectivo.  Eso, hay que crearlo. Es lo que se menciona en la literatura anglosajona como team building y que en español denominaríamos desarrollo de equipos.

El ministerio o la institución a la cual los nuevos jerarcas llegan no nace hoy. Tiene una cultura, una historia, una idiosincrasia. Tiene un personal que posiblemente cumpla con la distribución normal estándar. Habrá unos cuantos malísismos, otros cuantos excelentes, y en el medio, unos que van desde flojitos hasta muy buenos. Cada jerarca será nuevo en el puesto. La institución está ahí con su historia y su cultura. Eso es lo que hace tan difícil introducir cambios. No se rinda. Intente. Luche. Usted no podrá hacer todo lo que sueña. Pero lo peor sería no soñar. Sueñe sueños realizables. Y no intente decretar cambios. El cambio no se decreta. Se gestiona.   

El presidente y cada ministro ocupan posiciones de vértice, en una imaginaria pirámide de gestores. El enfermero que pone una vacuna ejecuta un trozo de la tarea de inmunizar. El ministro del ramo está en el vértice de la actividad de inmunización.  El tiempo del ministro, como ser mortal que es, igual que el suyo y el mío, es limitado. El tiempo que dedique a asuntos operativos que puede dejar en manos de sus colaboradores, se lo resta a los asuntos estratégicos que le son propios. Como Herberth Simon señaló, al escritorio de la persona de vértice llegan unos asuntos estratégicos y unos asuntos operativos. Estos compiten por la atención de la persona de vértice y acaban expulsando a los estratégicos, porque los asuntos operativos tienen plazo y tienen interesados dentro de la organización. En cambio, los asuntos estratégicos se cree que pueden esperar, y acaban esperando.

Apunte a resultados de impacto. Apunte a resultados viables. Que alguien esté muy ocupado, no permite afirmar que sea muy productivo. Se puede trabajar doce horas al día y no hacer cosas que agreguen valor. Y no se olvide de la regla del 80-20. Lo que tiene 80% de impacto podría lograrse en el 20% del tiempo. La gran pregunta que un ministro debe hacer sobre su trabajo es si esto a lo que va a dedicar la próxima media hora, agrega valor o no. En su caso, agregar valor quiere decir obtener resultados de alto impacto, que acerquen a la entidad a sus objetivos de mayor rango.

¿Qué hace a un buen ministro? Todos quienes hemos tenido contacto con procesos de desarrollo de personas, sabemos que el curriculum académico no es un buen predictor de buenos resultados. Los buenos resultados tienen más que ver con resultados anteriores, aunque no sean del mismo campo para el cual lo estamos contratando. Si alguien nunca ha organizado una fiesta, ¿podrá organizar un buen programa de mejoramiento de la eficacia de su ministerio? Pero hay talentos inéditos que brotan ante la situación. El talento de acción inédito necesita retos y apoyo. A veces en la forma de mentoría. Esa es una delicada tarea del líder.

Saber algo es una cosa. Saber hablar de ello es otra. La función del ejecutivo es producir resultados con sus talentos. Y sus talentos no son solo lo que sabe, son también lo que sabe hacer y la vitalidad y ética con la cual se enfrenta a los desafíos. Y, por cierto. Lo que queremos de esa persona, no es que ejecute, sino que produzca resultados. Cualquiera ejecuta un penal. No todos anotan.

El puesto de vértice tiene un aura de atributos asignadas por la cultura nacional y la cultura organizacional. En el imaginario popular, un ministro es un ministro cualquiera sea su eficacia. El ocupante del puesto debe darle sustento real a esa aura. Si esa persona es íntegra, si entusiasma a su equipo de trabajo, si tiene una técnica para convertir aspiraciones en resultados, al aurainherente al puesto, se unirán estos rasgos, en bien de la eficacia de la organización. Esas tres características de una buena persona de vértice se dicen rápido, pero tienen profundas implicaciones. Hay que pensar en ellas, auto evaluarlas, encontrar maneras de profundizarlas, monitorear cómo se van instalando o desarrollando. De las tres, la más importante según Drucker, es la integridad. Las otras dos se pueden ir desarrollando. Pero la integridad, si no se la tiene, hasta ahí llegamos.

¿Cómo veo llegar al nuevo equipo de gobierno? Es el único equipo de gobierno que tenemos. Que los ojalás se queden para los ojalateros. Ojalá la ministra fuera fulanita. Ojalá el Presidente fuera sutanito. De los resultados de este equipo de gobierno depende no este cuatrienio, sino el futuro del país. Un año antes de que se aprobara la reforma social, o de que se creara el ICE o de que se iniciara la apertura comercial del país, no se podían prever sus resultados. Y sus resultados nos rindieron frutos por decenios. Esperemos y exijamos resultados de impacto.

Me siento como el proverbial pasajero de un bote en mar picada. Lo menos que puedo querer es que a estos marineros les vaya mal. Ojo a quienes padecen de politiqueritis: Terminemos con la insensatez de desear que a estos les vaya mal para que dentro de cuatro años nuestro partido tenga una mejor oportunidad. La tarea de reconstrucción moral y conceptual de los partidos, hagámosla en su interior, no a costa de frenar el despliegue del país.

Haré un esfuerzo de objetividad. Sé que, en cualquier acción, aunque no sea muy compleja, no todo es soplar y hacer botellas. Habrá fallos. Una cosa es estar en la gradería y otra estar jugando el partido. Creo en el aprendizaje y en el cambio. Este equipo que se nombra ahora es un ente vivo. Podrá mejorar su desempeño grupal e individual. Creen un ambiente en el cual eso sea posible. Lo que interesa es el resultado final, no los avances y retrocesos del camino.

¿Qué espero? Que en cuatro años haya aumentado, para grandes grupos de población, el bien común, es decir la probabilidad de ser felices. No que espere que el gobierno nos haga felices, pero sí que elimine obstáculos y cree mejores condiciones para que los habitantes gestionen su propia felicidad.  Y que el próximo gobierno, encuentre mejores circunstancias para promover el bien común.

De algunas de estas cosas escribo en un libro que he preparado para esta ocasión, el cual se titula Acción Humana Eficaz, edición para ejecutivos públicos, como una forma de festejar este democrático inicio de otro cuatrienio.

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