Salvar a Ucrania tendrá costos para todos. En un mundo tan interconectado no hay forma de no sufrir daños. Imagine simplemente el alza del precio de los combustibles, producto de las sanciones que Occidente impone a Putin.
Escucho en Europa, algunas voces que se quejan de la cuota de sacrificio que tendrán que soportar. ¿Cómo reflexionar sobre esa cuota? ¿Qué es lo que está en juego? ¿Por qué no nos conviene una solución de que Putin se deje lo que quiera porque tiene algo de razón o que se deje lo que quiera para poder conservar la paz?
No es la primera vez que nos vemos implicados en costos por fenómenos que no causamos. Cuando comenzó la pandemia, hace dos años, sentí que enfrentarla nos iba a costar una gran cantidad de bienestar. No imaginaba que tantísimo. Los gastos que ha hecho el estado son enormes y como el estado no fabrica plata, los tendremos que pagar entre todos. Hemos cedido una gran cantidad de bienestar en el confinamiento. Se han perdido puestos de trabajo. Se ha tenido que enfrentar los perjuicios colaterales derivados del trabajo virtual. También sus beneficios, claro está. Ya vamos saliendo, pero el éxito no nos ha salido gratis. Y la factura habrá que pagarla.
Terminada la guerra, terminada la pandemia, habremos de enfrentar los costos relacionados con la crisis climática. Enfrentarla tampoco nos saldrá gratis. Pero la inacción saldrá más cara. Así que tengamos cuidado cuando pongamos el grito al cielo por los costos de la aventura de Putin. Nos hemos beneficiado de un mundo tan interdependiente. Pero eso tiene sus riesgos y sus costos.
Putin puede querer seguridad en sus fronteras. ¿Quién quiere tener con su vecino una “frontera caliente”? Pero esto no solo se puede lograr con la aceptación de la invasión a Ucrania. Bastaría con acuerdos fehacientes garantizados por ejemplo por organismos de gobernanza mundial como las Naciones Unidas. El problema hay que resolverlo de manera que esa gobernanza salga fortalecida.
Veamos las debilidades para la armonía mundial futura que tiene la solución de que a golpe dado no hay quite (fait accompli). Trasladar una frontera caliente, no es solución. Supongamos que Putin ocupa Ucrania y que entonces la frontera Ucrania-Rusia, deja de ser problemática. Inmediatamente, el dictador expansionista pensará en cómo resolver el problema de la inseguridad en la frontera Polonia-Ucrania. Y así sucesivamente. Recordemos que Polonia fue hasta 1991, tan miembro de la URSS como Ucrania.
Lo que está en juego en Ucrania es la forma de vida caracterizada por libertades, democracia y apego a la legalidad local e internacional. En nuestro continente americano, tenemos siglos de considerar nuestra forma de vivir como un bien libre, como el aire, como la luz del sol, como el agua de las lluvias. Pero ahora de pronto nos enfrentamos a la necesidad de pagar un costo para que esa forma de vida se logre mantener en el mundo.
Podríamos pensar que Europa está muy lejos. Lo cual es erróneo. En este mundo tan interconectado, con las armas de las cuales se dispone, una potencia expansionista nunca está lejos. Recordemos la crisis de los misiles en octubre de 1962. La URSS intentó instalar misiles en Cuba, a una distancia de tiro de piedra de Florida.
De todas maneras, no tenemos escape. Tenemos que pagar por el costo de detener a Putin. Pero tenemos la opción de pagar a regañadientes o pagar de buena gana. Pienso que nos hace bien pagar de buena gana.
¿Cuál sería un razonamiento para pagar de buena gana? Hemos de tener claridad en que el sistema de organización política en el cual vivimos tiene defectos pero que cualquier otro autoritario, negador de las libertades, del derecho electoral, inquisidor de lo que decimos o pensamos, ahoga las posibilidades de florecimiento de la potencialidad humana. Claro que se puede hacer poesía en un estado así, pero ojo, no se puede hacer cualquier poesía. Claro que se puede hacer ciencia en un estado totalitario, pero siempre y cuando esa actividad científica sea bien vista por el estado.
Nos toma esta crujida mundial en una crisis de desencanto con la democracia y vamos a necesitar mucha reflexión para darnos cuenta de que las razones del desencanto son más fáciles de resolver que lo que sería resolver la opresión y las violaciones a las cuales nos veríamos sometidos por ejemplo en una dictadura muy poderosa. En otros tiempos, la democracia ha sido un juego de unos líderes llenos de entusiasmo, buscando unos seguidores que los apoyen. Eso ha de cambiar. Primero tenemos que llenarnos de entusiasmo los seguidores y luego buscar los líderes que impulsen y ejecuten ese sentimiento compartido. Aprovechemos este reto para ejercer nuestro papel de miembros de una comunidad. Nuestra vida transcurre mucho tiempo en modo individual. Estos dramas hay que vivirlos comunitariamente. Eso aumentará nuestra capacidad para construir el bien común. Tenemos que encontrarle sentido a este esfuerzo y este sacrificio que todos tendremos que hacer. ¿Cuál es su propósito? Estamos defendiendo las condiciones en las cuales pueden desplegarse mejor las enormes posibilidades de los seres humanos. Y eso siempre ha valido la pena.
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