No quiero diluir con palabras mi sentimiento sobre la invasión rusa a Ucrania. Si hubiera un sitio donde se pudiera ir a colocar una flor espiritual en su repudio y en solidaridad con el pueblo ucraniano, la iría a dejar ahí, en vez de escribir sobre el tema.
Esto que ocurre es increíble. Creíamos que atrocidades como el holocausto eran etapas superadas por el desarrollo de la conciencia de la humanidad. Y tal vez lo sean. Tal vez este oscurecimiento de la conciencia no dice nada sobre el desarrollo de la humanidad. Tal vez solo informa del oscurecimiento de la conciencia de uno o de unos pocos.
Que la violación al derecho internacional no nos cause desesperanza sino repudio. Que más bien nos mueva a robustecer nuestra valoración de las instituciones representativas de ese derecho. Putin al poner en alerta a sus fuerzas disuasivas nucleares, le agrega a los agravios anteriores, un agravio para toda la humanidad. Eso nos llevará al temor, pero debería llevarnos también a una profunda reflexión sobre los extremos a los que puede llegar una persona con tanto poder personal y tan escasa sensibilidad por lo que pudiera ocurrirle al mundo. Yo estaría dispuesto a perdonar, pero jamás olvidaré ese gesto.
Ucrania da un ejemplo de gallardía sosteniendo, aunque sea por horas una batalla desigual contra el invasor. La gallardía no se puede evaluar desde el punto de vista de la utilidad. La batalla podría perderse. Pero el gesto quedará para la historia. En un mundo de utilidades y eficiencia la poesía vital que hay en el acto gallardo, podría ser poco valorada, pero la historia lo recoge silenciosa y lo registra en su libro de pedagogía y lo convierte en ejemplo luminoso. Cuando los valores son esenciales, la inmolación no es un acto fallido. Es el espíritu que se despega de las limitaciones de la realidad material. Hungría en 1956, Praga en 1968, Ucrania en 2022 son faros que producen luz desde lo más puro y perfecto del ser humano y a los cuales debemos corresponder desde nuestros rincones más indoblegables.
Otra vez la vieja historia de la dictadura poderosa arrasando democracias. Otra vez la vieja historia de cómo las democracias cometen errores, pero cómo esos errores son menos probables que los que puede cometer el poder concentrado cuando no tiene que rendir cuentas. Otra vez la evidencia de cómo la libertad de expresión y de información operan de un lado y cómo la mentira oficial se convierte en instrumento del otro lado. Y la tristeza de ver a personas bien intencionadas consumiendo mentiras oficiales porque en ese lado, ese es el principal insumo informativo del cual se dispone.
En homenaje a los ucranianos y a todos los habitantes del mundo que no viven en una sociedad abierta, libre, con todo y las limitaciones idiosincráticas que tienen estas sociedades, cultivemos estas reflexiones, generemos algunos propósitos:
- Tomemos en serio nuestra democracia. Dispongámonos a invertir en ella lo que haya que invertir. Para muchos, será muy poco, pero lo necesita.
- Reconozcamos que es mejorable
- Enlistémonos en actividades de mejora a cualquier nivel. Diferente es el nivel del diputado que el nivel del estudiante de colegio.
- Liberémonos de ataduras para que, en las grandes decisiones, la razón, el espíritu, la poesía, estén más prontas a manifestarse que la comodonería, la utilidad, la eficiencia.
- Vivamos una hora, un día, una semana, como si tuviéramos por espectadores a quienes ahora sufren de opresión, de terror, de impotencia.
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Holodomor = matar de hambre. Millones de ucranianos muertos en 1932-33. https://es.wikipedia.org/wiki/Holodomor