La idea de participación, de proactividad tiene gran difusión y apoyo en nuestros días. Recuerdo haber leído y haber visto intentos muy elementales de ofrecerle al público que presencia una obra teatral, algunos elementos que los hagan ser una micra menos espectadores y más actores. Así, antes de la conclusión de la obra, se pregunta al público cómo querrían que terminara. Ser espectador es estar al margen. Es dejar que otros hagan y que nosotros consumamos. Es escuchar en silencio los cantos de otros, en vez de sumarnos al coro o de atrevernos a hacer un solo.
La Universidad de Illinois ofrece en Coursera un programa denominado Learning Ecologies: Innovative Approaches to Teaching and e-Learning for the Digital Age (Ecologías de aprendizaje: Enfoques innovadores para la enseñanza y el aprendizaje en la Era Digital). Ahí se menciona una idea interesante tanto por su contenido como por su amplia aplicación.
Hoy las personas quieren hacerse sentir más sobre los asuntos que las afectan. Se atreven a cuestionar con soltura los paraqués. Hace años alguien te abordaba en una zona pública y te pedía tu opinión para llenar una encuesta. Hoy los interrogados primero se aseguran de quién está detrás de la encuesta y para qué la quiere. Hasta el INEC, para determinadas investigaciones primero te llama y anuncia la visita que van a hacer los recolectores de información.
Los presentadores del programa Profesores William Cope y Mary Kalantzis afirman que el pasado fue más jerárquico, con más clara división entre quiénes eran activos y quiénes debían ser pasivos. Los mayores hits musicales, en vez de ser seleccionadas por una emisora o un tribunal de opinión, se han convertido en un playlist. Un playlist es la propia y privada lista de lo que esa persona considera los mayores hits. El negocio de los videojuegos es de mayor volumen monetario que Hollywood. En un videojuego, el espectador dejó de serlo para convertirse en actor. En una película seguimos siendo espectadores. Y se habla hace tiempo de la expectativa de que aparezcan películas a las cuales los espectadores les puedan hacer cambios en sus tramas.
En el pasado, los médicos operaron como oráculos. Luego aparecieron serios sitios informativos como Medline Plus, de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos los cuales han puesto información seria y ordenada al alcance del público. Hoy los médicos dialogan con el paciente y lo van haciendo apropiarse de la responsabilidad de su propia salud.
La bibliotecaria o bibliotecario eran en nuestros tiempos de colegiales la gran salvada cuando necesitábamos hacer algún trabajo. Hoy esa enorme y útil biblioteca que es Wikipedia no tiene bibliotecarios, pero sí que tiene un sistema muy amistoso en el cual cada quien puede hacer su búsqueda. Y hasta parece hacer posible que con orden y constancia cada uno construya su propio libro de texto sobre un tema.
El entrenamiento de nuevos empleados en las empresas se servía de un manual del puesto en torno al cual un mentor le iba enseñando al recluta. Hoy todo eso se puede almacenar y distribuir desde un sitio de capacitación al cual el recluta accede.
¿Cuáles implicaciones tiene esto? ¿Qué se está iniciando que convendría alentar? Estamos ante un movimiento social que podría conducir a que los ciudadanos sean más informados, más participativos. A que valoren y exijan explicaciones de lo que la municipalidad va a hacer, o de lo que el diputado o el partido político están impulsando y por qué. Hay más expectativa y exigencia de rendición de cuentas y a que haya más transparencia y menos sigilo sobre esos proyectos a los cuales se les asigna dinero público y luego terminan en nada.
Ya no queremos solo datos. Queremos datos organizados que constituyan información. Y no solo información sino información integrada con conceptos, lo cual es conocimiento. Y no nos basta con el conocimiento sobre lo que se hace, sino que reclamamos el sentido de ese conocimiento, en lo cual consiste el buen juicio. No nos digan solo cuánto costará el proyecto. Sino cuál es la conveniencia de hacerlo y por qué lo hemos de hacer de esa manera.
Aquí estamos ante el denominado fenómeno de agencia, relacionado con la vieja palabra que utilizábamos cuando decíamos de alguien que sabía agenciárselas, lo cual significaba que esa persona sabía hacerse cargo de lo que tenía que hacer y disponía de destrezas personales para hacerlo. El origen etimológico de la palabra es agere en latín, aplicada a algo o alguien que tiene la capacidad de producir alguna cosa o de actuar. Ser agente es darse cuenta de que se es capaz de querer hacer algo y de hacerlo.
Padres, maestros, políticos, jefes y líderes religiosos harían bien en tomar nota de cómo las personas parecen estar abandonando posiciones de dependencia y sumisión y abrazando posiciones de independencia, autonomía, mayor responsabilidad, iniciativa, en suma, movilizándose de una actitud de pacientes a una de agentes. Ha llegado la hora de archivar el autoritarismo, el librillo, la demagogia, el sermón amenazante y abrir espacio a lo que el otro tenga que decir, con respeto y admiración por su capacidad de crear, de imaginar, de querer, de ser. Es la hora de conducir, de guiar, de animar a explorar para que cada uno se acerque a su plenitud.
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