Feliz año

El año pasado por esta época nos estábamos deseando feliz año nuevo. ¿Podríamos decir que esos deseos no se cumplieron? ¿Podríamos decir que este año fue un año infeliz?

Seguramente hubo eventos infelices para muchos. Otros no lo considerarían un año infeliz, sino un año con limitaciones y desafíos singulares. Esto no necesariamente equivale a infelicidad. Tuvimos que lidiar con retos nuevos, grandes, atemorizantes, pero para hacerlo pusimos en marcha núcleos de nuestra personalidad que no usamos normalmente. Tuvimos que innovar; acostumbrarnos a cosas nuevas. Sacar fuerzas de flaqueza. Sin duda los temas relacionados con la pandemia nos obligaron a informarnos, a conversar sobre ellos, a veces para aprender, a veces para consolar y a veces para espantar el miedo. Y esa asignación de tiempo y energía sacó de nuestra atención otra serie de temas.

¿De qué dejamos de hablar y en qué dejamos de pensar por estar atendiendo a los temas de la pandemia? ¿Habremos desatendidos temas valiosos? ¿Detuvo la pandemia nuestro crecimiento personal, o lo aceleró? Posiblemente, complejos como somos, lo detuvo en unos aspectos y lo aceleró en otros. Si en vez de dedicar no se cuántos minutos al año a quejarnos de cosas que no se pueden resolver, lo dedicamos a aprender sobre algunos elementos científicos de virología o epidemiología, salimos ganando. Si mejoramos en nuestra actitud ante la incertidumbre, si no reprimimos el temor, sino que aprendimos a convivir con él constructivamente, también salimos ganando.

Tal vez la amenaza de la pandemia nos planteó desde los núcleos primitivos de nuestro cerebro, algunas posiciones que nos tienen que haber llevado a algo: a vernos vulnerables, a no contar cien por ciento con el futuro, a aprovechar el tiempo, a vivir con mayor sentido.  No es lo mismo pasarse un año plácido en la zona de confort que pasarse un año con mucha o poca ansiedad, con temor, diseñando estrategias previsoras. Esto nos habrá hecho diferentes. Este podría haber sido un año de duro entrenamiento, un boot camp, un año de ascetismo en su sentido etimológico, esto es un año de preparación para la lucha.

Ahora que nos acercamos al final del año ¿Será apropiado desearnos un feliz año nuevo? O tal vez podríamos, con lo que hemos aprendido, desearnos un año nuevo que tenga más retos y que saque de nosotros más acciones y más fortaleza para enfrentarlos. Imagine un año nuevo con retos, pero con frutos. Esa es una expectativa muy razonable. En los años sin pandemia también tenemos retos y dificultades y lo importante no es no tenerlas. Lo importante es cuáles modificaciones hacer en nuestra forma de enfrentar las circunstancias, en nuestra forma de explicarnos esas circunstancias y pro-accionar o aceptarlas cuando no tenemos nada que hacer ante ellas. Por eso, les deseo un año nuevo con muchos retos y con mucho fruto. Un año nuevo exitoso, lo cual no quiere decir que nos suban el sueldo o nos promuevan a una posición superior, sino que sea un año del cual salgamos mejores en todas las dimensiones, cognitiva, estética, ética, emocional, moral, espiritual, como miembros de la comunidad y de la familia. Mejores desde el punto de vista de nuestra conciencia sobre las cosas. Que sea un año en el cual le vayamos agregando dimensiones a nuestra percepción y entendimiento de las cosas. Que aprendamos a ver a la pareja, a los hijos, a los amigos, a los vecinos, no solo como cédulas de identidad encarnadas, sino como personas con anhelos, creencias, historia, maneras de ser que las hacen respetables y valiosas en su singularidad.  Que en vez de percibir el éxito solamente como placer, plata, prestigio y las ‘p’ que sigan, que sea un año en el cual mejoremos como seres humanos y aumentemos nuestra contribución al bien común. Eso sería un 2021 exitoso.

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