El viernes pasado, fui invitado a dar una charla en el marco de un congreso organizado por el Colegio de Ciencias Económicas. Partí de señalar un escenario sobre el año 2021 y el cual, en algunos aspectos se podría extender a los cuatro siguientes años. Ese escenario lo visualizo constituido por una solución fiscal dura a nuestros problemas de desequilibrio y deuda externa; una pandemia que podría no irse del todo y podría rebrotar; una recuperación económica lenta, con su acompañamiento de desocupación y pobreza; el último año de la actual administración, lo cual trae pérdida de dinamismo en la gestión pública y retraimiento de la inversión privada; la campaña política que succiona en la dirección del resultado electoral, energía de gobernantes, políticos y habitantes en general; el malestar ciudadano y el ruido en las redes sociales, los cuales se nos han ido haciendo crónicos.
Para lidiar con esas circunstancias, ¿cuál sería una buena actitud? Debemos disponernos a comportarnos como una nación, con conciencia de que no se vale inhibirnos en la contribución a la solución de los problemas y a la creación de bien común para el país.
¿Cuál es el desafío? Estemos conscientes de que, aunque el desafío que enfrentamos tiene sus rasgos específicos aquí, un desafío semejante están enfrentando otros países. Basta mirar a los Estados Unidos de América, a la Unión Europea y a otros países más cercanos como Perú, Chile y Guatemala. Propongo que tendremos una mayor capacidad para lidiar con las circunstancias si ellas nos encuentran en la plenitud de nuestra robustez, pero me temo que más bien, nuestro comportamiento, nuestras aspiraciones, nuestro afán, han ido perdiendo algunas dimensiones, lo cual quiere decir que de una cierta manera nos hemos venido achatando, como si hubiéramos sido sólidos cubos y habiendo perdido la tercera dimensión nos hubiéramos reducido a un cuadrado. Con el riesgo de perder otra dimensión y quedar convertidos en una línea.
Veamos un ejemplo. Los muchachos suelen darle la broma a sus amigos que dicen que van a ir a jugar al fútbol diciéndoles que a lo que van es a jugar bola. Que fútbol jugaba Pelé. Pienso en los éxitos de nuestra Selección Nacional en Italia 90 y en Brasil 2014. Si hubieran ido a jugar bola, no hubieran pasado a la historia de nuestro fútbol. Pusieron en juego todas las dimensiones requeridas. Y este otro. Cuando una empresa se pregunta por sus prácticas de calidad, es posible que se responda con satisfacción que son adecuadas. ¿Y lo son? Convendría que conocieran en detalle la calidad exigida por ejemplo, por las empresas que producen implementos médicos a sus proveedores locales y se darían cuenta de que la calidad tiene muchas dimensiones y de si la suya es suficientemente robusta. No se pueden enfrentar grandes retos sin las dimensiones adecuadas.
Podríamos seguir pensando en las dimensiones que no tenemos o en las que hemos perdido, si atendiéramos a algunas diferencias esenciales y determinantes de nuestra forma de vivir. Démonos cuenta de que un hogar es más que una casa. Si solo se duerme, se come y se atienden los gastos, eso no es un hogar. Un hogar es un espacio de amor, de apoyo, de desarrollo, de responsabilidad comunitaria. Un trabajo es más que un brete. No basta con cumplir con el horario a cambio de una remuneración. Es necesario aportar compromiso, entusiasmo, talento innovador. Pensar sin rigor, sin base en evidencias, es fantasear o imaginar. ¿La educación formal provee formación o simplemente informa? Y si nos sentimos solidarios porque en las emergencias estamos dispuestos a dar una contribución económica a los damnificados, es porque no hemos examinado otras dimensiones de la solidaridad, como la exigencia y apoyo a políticas públicas de impacto social o la gestión permanente del bien común. ¿No es cierto que, para ser un buen ciudadano, se necesitan otras dimensiones además de respetar la ley y saberse el Himno Nacional? ¿Y que la responsabilidad social corporativa no se agota en el pago honesto de los impuestos? Los desafíos que enfrentamos demandan que nos demos cuenta de que nuestra relación personal con la democracia queda en deuda si pensamos que basta con que votemos en las elecciones nacionales y de alcaldes.
Ante un escenario así de cuesta arriba como el del año entrante y siguientes nuestra actitud de default es quejarnos, o tal vez la de pensar por qué estas dificultades nos tenían que tocar a nosotros. Pero detengámonos a hacer una reflexión más alentadora. Hombres y mujeres semejantes a nosotros los que ahora enfrentamos estos retos, fueron capaces de grandes cosas. Pusieron un hombre en la luna. Fundaron las Naciones Unidas y garantizaron abundante paz ya por casi ochenta años. Redactaron y animaron la Carta de la Tierra, que es un sueño realizable de cómo convivir entre nosotros y con el planeta. Y localmente, hombres y mujeres como nosotros fueron capaces de extender inclusivamente la educación pública. De promulgar una legislación de seguridad social cuando el país era un país pobre y menos educado que ahora. De abolir el ejército. Reducir la tasa de mortalidad infantil. Elevar la esperanza de vida. Eliminar la polio. Modernizar el sistema financiero. Hacer crecer el producto nacional a tasas saludables. Aumentar nuestra oferta exportadora e insertarnos en el comercio mundial. Ante las circunstancias actuales no nos deberíamos conformar con menos.
¿Qué deberíamos hacer para estar a la altura de los desafíos? Pensemos, hablemos, dialoguemos sobre cuáles son las dimensiones que nos andan haciendo falta en todas estas posiciones, comportamientos o relaciones ¿Cuáles de esos elementos con los que tenemos que enfrentar la adversidad se han ido aflojando con el tiempo de manera que nuestra fortaleza como nación no es la que se requiere para encarar retos difíciles? Convirtamos esto en un tema de reflexión. No será difícil obtener respuestas. Tampoco será difícil encontrar terrenos de aplicación, puesto que la revitalización de esos conceptos debe comenzar por nuestra vida personal y continuar con nuestros círculos más cercanos.
Tenemos derecho a esperar que los de arriba hagan lo que tienen que hacer, pero que esa espera no nos paralice para iniciar nuestro propio esfuerzo de mejoramiento. El éxito de los pueblos depende más de la fibra de sus habitantes que de la eficacia de sus conductores. Es mucho más importante lo que usted y yo empecemos a querer y a hacer mañana, que el estira y encoge de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. Son nuestras aspiraciones personales y los pasos que iniciemos en esa dirección los que habrán de mover al país.
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