Amor y liderazgo

Hace muchos años que llama mi atención que en las empresas se hable poco de felicidad y de amor. Hace algunos años, vencí mi timidez y me animé a hablar de felicidad en el hacer ordinario de las empresas. De una cierta forma ya mencionaba el amor en mis escritos semanales, pero seguía tímido para hablar de amor por ejemplo en el ejercicio de la jefatura.

La palabra amor ha sido secuestrada por el amor de pareja, su significado biológico y la profunda discreción que lo saca de la comunicación pública. Pero hay otros amores. El médico de una cierta forma ama a sus pacientes. Y el profesional en cualquier ramo, puede amar a sus clientes. El maestro que no tiene algún nivel de amor por sus discípulos no es eficaz. Tampoco lo son plenamente los jefes cuya relación es estrictamente organizacional con sus colaboradores.

Los seres humanos florecemos con el amor. Con el que damos y el que recibimos. Y si dedicamos al trabajo la mayor parte de nuestro tiempo de vigilia, una parte aun mayor de nuestra atención y energía, algo raro está ocurriendo si eliminamos la consideración del amor en nuestras relaciones productivas, laborales, empresariales.

La timidez para hablar del tema se me reduce en presencia de un anuncio de la revista de negocios de Harvard anunciando un libro de las Profesoras Frances Frei y Anne Morriss sobre liderazgo, en el cual afirman que lo más importante que un líder hace es desarrollar a otros y muestran que los líderes más eficaces utilizan una especial combinación de confianza, amor e inclusión para crear un espacio en el cual otras personas puedan brillar.

Pienso que no se trata de enamorarse del equipo al cual se lidera. Imagino el amor como un espectro de actitudes que limitan por la izquierda con el terreno negativo de la indiferencia (me da lo mismo que no existieras y no haré nada al respecto).  Luego vendría la tolerancia (me resultas indiferente, pero por civilidad te voy a soportar), que es como el nivel mínimo de amor que se puede tener por alguien. Y de ahí en adelante, imagino la aceptación (no me gusta como eres, pero te reconozco el derecho a ser así). Luego, vendría la camaradería (me gusta tu compañía), y el afecto (haría cosas por ti) y la amistad, la cual no logro distinguir del amor y finalmente el amor (quiero tu bien y contribuiré a él). La camaradería crea confianza, da oportunidad a la empatía, pero el líder que se queda a nivel de camaradería hace menos, y logra menos, para crear un espacio en el cual otras personas puedan brillar.

Consideremos la jefatura y el liderazgo, la enseñanza y la paternidad o la maternidad, como una misión y no como una circunstancia. Entendamos esa misión como la de potenciar al otro a llegar a ser todo lo que podría ser. Eso nos acercará a vivenciar la responsabilidad que tenemos por su desarrollo. Esto es indispensable para querer el bien del otro y estar dispuesto a contribuir a él.

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