La señora ministra de Educación, Profesora Guiselle Cruz, en La Nación del 4 de abril presenta un conjunto articulado y sensato de ideas sobre cómo enfrentará la educación pública el impacto de la cuarentena. Quiero sumar y contribuir a ampliar las metas, la visión y las posibilidades que esta crisis nos ofrece. No me resigno a intentar sobrevivir ante la crisis. Quiero aprovecharla. Sacarle frutos. No quiero que la causa del problema me sugiera la solución. Quiero dejarme conducir por el problema, a otra realidad, en la cual resolvamos el problema, pero sin regresar a febrero 2020. Aquí mis contribuciones, desde la tranquilidad de mi confinamiento, con gran consideración por las circunstancias de la señora ministra, tan distintas a las mías:
- Traslademos de una vez el énfasis, desde la enseñanza, que es el enfoque tradicional, hacia el aprendizaje. Reconvirtamos a los profesores, de pretendidos enseñadores, en auténticos gestores de aprendizaje. Y a los estudiantes de “pacientes” o “prisioneros” que es la autoimagen que a veces parecen tener, en gestores responsables de su desarrollo. Todos los profesores y autoridades habrán visto muchas veces la experiencia de cuánto aumenta el aprendizaje de un estudiante cuando cambia su nivel de responsabilidad y sus estrategias de aprendizaje.
- Liberémonos -autoridades y público en general- de la aspiración de remendar este maltrecho año escolar, el cual se suma al maltrecho año escolar 2019, y aspiremos a aprovechar esta circunstancia no deseada, para saltar a otro nivel de productividad.
- Que el objetivo no sea mitigar efectos del distanciamiento social provocado por el virus. Un objetivo más robusto es aumentar la productividad del sistema, aumentando la responsabilidad de los estudiantes y reduciendo el tiempo que los profesores dedican a difundir contenidos, dejándole eso a medios más eficientes y enfocando a los profesores en motivación de estudiantes y en acompañarlos en el mejoramiento de sus estrategias de aprendizaje. La finalidad no es cómo medio-sacar-adelante el curso lectivo 2020, sino cómo mejorar la productividad del sistema y cómo contar con un sistema 2.0 a partir del 2022. La mitad del 2020 y el 2021 serán años de experimentación y aprendizaje. Experimentación rigurosa que no es lo mismo que tanteo.
- Tengamos un enfoque holístico. No lineal simplista. Este es un esfuerzo que requiere interdisciplinaridad (sociología de pequeños grupos, ciencias de la mente, el cerebro y la educación). Démosle utilidad a la información que haya por ahí, en universidades, en el MEP, en el Estado de la Educación. Reclutemos talentos de alta calidad locales o internacionales.
- Sacrifiquemos contenidos por profundidad. Que el estudiante aprenda no como para responder a un examen sino como para poder explicarlo a un compañero. El objetivo no es el examen, sino que el estudiante adquiera estrategias de aprendizaje mejores, fundadas en su conciencia de que su capacidad de aprendizaje es mejorable.
- Pongamos en marcha diferentes planes que compitan entre ellos. Así se tendrá una mayor diversidad de resultados cuyo análisis producirá un mayor aprendizaje institucional.
- Desarrollemos grupos de apoyo para profesores. No es lo mismo el viejo esquema de modifiquemos un programa, demos capacitación, lancemos a los profesores a la guerra, que uno en el cual se brinde acompañamiento desde arriba, pero se abran oportunidades para que unos profesores apoyen a sus propios compañeros. Para esto, quienes dan el apoyo y quienes lo reciben, necesitan un aprestamiento básico, el cual no es cosa del otro mundo.
- Seleccionemos a los mejores profesores y a los mejores estudiantes y hagámoslos formar parte de redes para que sean fuente de apoyo para sus pares. Los buenos agricultores siembran semillas seleccionadas.
- El apoyo a profesores no ha de referirse solo a la esfera de competencias blandas sino también a, por ejemplo, la producción de materiales. Utilicemos juiciosamente la especialización en la producción. No pretendamos que todos los profesores produzcan materiales para el nuevo enfoque.
- Diseñemos materiales y software básicos, los cuales permitan que cada profesor individualmente les adicione su aporte personal.
- El plan debe abrir la posibilidad de que los profesores más entusiastas y eficientes y los estudiantes más productivos, puedan cosechar logros más abundantes. Un estudiante más responsable, movilizado desde adentro, querrá ir más allá.
- Conectemos sinérgicamente a las familias y a las empresas. Su apoyo sería de gran utilidad.
- ¿Cuándo poner en marcha este plan? Hagamos tres grupos de directores y profesores. Con algunos el plan se podría poner en marcha ya, e irlo modificando sobre la marcha. Con otros, se necesitará un par de meses. Con otros no sería sino al año entrante. Y hasta podría haber un grupo con el cual nunca se podría poner en marcha y tendría que continuar con el plan tradicional. No nos engañemos con planes muy bien diseñados pero cuya ejecución falla.
- ¿No es este plan muy radical y difícil de ponerlo en marcha? No es más radical ni más difícil, que habernos quedado tres semanas en confinamiento … ¡y lo que nos falta!
- Imaginemos dentro de diez años, a los finlandeses viniendo a ver nuestro maravilloso sistema educativo. Y nosotros respondiendo: todo empezó con la fecunda cuarentena.
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