Lo que damos por supuesto

Todos los días vamos a por el pan, seguros de que la víspera todo ha funcionado normalmente en la panadería: la energía, la disponibilidad de materias primas, el personal, los medios de transporte. Y lo que ocurre con el pan ocurre con el agua, con los combustibles, con el servicio de transporte y todo lo que concurre para que el día de hoy, podamos cumplir con lo que nos hemos propuesto. Es difícil imaginar cuáles son las operaciones necesarias, de parte de muchos actores, para que el día de hoy transcurra con la normalidad con la que transcurre.

Las noticias que nos llegan indican que la normalidad se ha perdido en el norte de Italia. Ayer hasta los programas llamados a ser divertidos, tenían una nota lúgubre, con llamados a tener la fortaleza de enfrentar de buena manera las restricciones y a tener la esperanza de que las cosas no empeoren. Y con minutos dedicados a recordarle a los televidentes las reglas que el gobierno recomienda.

La zona norte, Lombardía, tiene prohibido el acceso y la salida. O sea, que si usted está en Milán, la capital económica y tiene que ir a Roma, la capital política, ya puede irlo olvidando. E igualmente hay restricciones para que si usted tiene que ir desde Pavía a hacer una gestión a Milán, no lo podrá hacer. Quince millones de italianos están prácticamente en cuarentena desde ahora hasta el 3 de abril.

Estas restricciones causan, aparte del impacto de molestia personal, un impacto económico que se difunde a través de las interrelaciones económicas, hasta llegar a todos los habitantes. O sea que la empresa que tenía que proveerse de materias primas en el pueblo vecino, no es la única perjudicada. También se perjudican los trabajadores y los consumidores actuales y los que dependían del proyecto que iba a desarrollar la empresa en caso de que los resultados de este año fueran tan buenos como los del año pasado. Entonces no solamente alguien se va a quedar sin pan mañana, sino que hay un estudiante que está terminando la carrera y que no va a encontrar trabajo el año entrante.

Nos hemos acostumbrado a reaccionar negativamente ante lo que falta, pero nos hemos olvidado de agradecer como regalos, como dones, lo que hay, lo que funciona, lo que va en la dirección de satisfacernos. Tal vez es buen momento de sensibilizarnos en ese sentido y de valorar que el bus pasa a tiempo, que todo funciona adecuadamente en el edificio en el cual trabajamos y que todos los compañeros han llegado para que podamos realizar la labor del día.

Ya tenemos casos de coronavirus. Si la epidemia progresa, tendremos que adoptar medidas tan drásticas como las que ha adoptado Lombardía. Algunas recomendaciones que han emitido nuestras autoridades de salud pública, debemos adoptarlas con toda responsabilidad, porque de ellas depende que se reduzca la intensidad del contagio. Bienvenidas las bromas y los memes, pero no podemos quedarnos en eso.

Para diversos temas se nos ha dicho que debemos ser solidarios. Desde ser gentiles en la presa de tránsito y ceder el paso, hasta soportar nuestra participación individual en la solución de los problemas fiscales. La presencia del coronavirus es una oportunidad de ser solidarios en su combate. Una nación no es una muchedumbre de habitantes. Es eso, más una organización anónima de operaciones y funciones y la disposición a la solidaridad para alcanzar un objetivo común. Alguna vez hemos hablado de lo bueno de lo malo. Malo el coronavirus, bueno si nos moviliza a elevar nuestra responsabilidad y nuestra solidaridad.

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