Una publicación de Bill George, de la Escuela de Negocios de Harvard, informa sobre cuatro líderes quienes recientemente concluyeron sus mandatos y quienes han sobresalido en la década, como conductores eficaces y baluartes éticos de sus empresas. En los albores de la crisis del 2008, causada por la avaricia de importantes empresas financieras y cuando en muchas compañías se vivía el frenesí de sálvese quien pueda, ellos tuvieron la visión, el coraje y la fortaleza política para navegar contracorriente.
Pusieron de manifiesto que las empresas no solamente deben lucrar de la sociedad sino contribuir a ella. Adhirieron a lo que Michael Porter ha llamado crear valor compartido, beneficiando no solamente a sus accionistas sino además a sus clientes, colaboradores y comunidades relacionadas.
Nooyi en Pepsico, se adelantó a la conciencia sobre la epidemia de obesidad que afecta al mundo desarrollado y promovió la reducción de azúcar y sodio en sus productos, según la nueva misión de su empresa de obtener resultados pero con propósito. Paul Paulman de Unilever reaccionó a los retos del calentamiento global mediante una estrategia de sostenibilidad basada en la reducción en el uso de recursos naturales y en causar la menor huella ecológica, la cual aplicó a sus productos y a su cadena de abastecimiento. John Noseworthy de la Clínica Mayo eligió como prioridad enfocarse en las enfermedades más complejas dirigiendo la investigación hacia el desarrollo de nuevos tratamientos. Richard Davis de US Bancorp aplicó en su banco y en actividades comunitarias y políticas, la idea de que los banqueros deben ser líderes comunitarios y no solo productores de ganancias.
Estas ideas deberían impregnar a todas las escuelas de negocios. Los líderes no son para dejarse llevar por la corriente. No son para acomodarse en zonas de confort. No deben anteponer la seguridad de su puesto a las conveniencias de las múltiples partes relacionadas con sus empresas. Han de tener la contextura moral y ética de un estadista. Y contribuir a alcanzar una visión, más que a los resultados del próximo trimestre. Si el poder ético de estos líderes pudiera domar el poder económico de los accionistas, otros vientos correrían para el capitalismo. Las posiciones de poder, son para dejar huella.