Vivimos de una determinada forma. Nuestro comportamiento, privado y comunitario no es casual. Es una expresión de valores, aspiraciones y creencias que conforman paradigmas. Esas son las capas tectónicas sobre las cuales se asienta nuestra manera de accionar y de convivir.
Esas capas no son inaccesibles ni inmutables. Van cambiando, no quizá de año en año pero sí sin duda en períodos de tiempo más largos. Hoy nos parece que experimentamos un cambio de paradigmas. En el ámbito internacional vemos unos acuerdos pro-clima, saboteados por Estados Unidos. El mismo país que estuvo dispuesto a pagar una alta factura para detener al fascismo. Hoy, la misma Inglaterra que sostuvo encendida la llama anti-Hitler mientras llegaba la ayuda que salvaría a Europa, aprueba popularmente su salida de la Unión y luego no encuentra el camino para ejecutarla. Después de decenios de fortalecimiento del comercio mundial, después de que éste se manifestó en la ubicua globalización, Estados Unidos vuelve al mercantilismo y se pone a jugar de guerra comercial con China y aparentemente de guerra de la otra con Rusia.
Instituciones de tanta solidez como las universidades de clase mundial, se dan cuenta de que haciendo lo que saben hacer, no sobrevivirán, porque en el negocio de la transmisión de información, en el cual fueron muy diestras, les va quedando poco espacio, ante la disponibilidad infinita del potencial de conocimientos que representa la Red.
La robótica, la inteligencia artificial, la bioingeniería, ponen en alerta a profesiones tan clásicas como la medicina, el derecho, la educación, y tras ellas, a muchas otras. Esto podría representar buenas noticias para el desarrollo de la humanidad y proceden de territorios totalmente nuevos, impulsados por desarrollos tecnológicos que prometen tener impactos exponenciales. Tanto que podríamos preguntarnos si más que en la alborada de una Cuarta Revolución Industrial, no estaremos entrando en un Segundo Renacimiento.
Así no extraña que en el ámbito local, estemos viendo también sucesos que nos parecía imposible que ocurrieran. Vemos al Poder Judicial y a las universidades públicas sometidos a cuestionamientos. Vemos una asamblea legislativa fragmentada, haciendo lo que muchas otras asambleas fallaron en hacer, mientras miraban cómo se deterioraba nuestra situación fiscal micra a micra. Vemos a un joven inesperadamente electo, hacer lo que hace decenios nadie hacía desde la presidencia de la república.
Si en vez de en los tiempos del cólera, estamos en los del cambio, conviene aprovechar y cambiar otros elementos de paradigmas que nos han impedido ser lo que podríamos ser. Piensen en cuáles.