Lo que afirma un físico o un químico, sobre temas de su disciplina, tiene respaldo teórico. Lo que afirma el abogado en un litigio se basa en evidencias. Lo mismo que lo que afirma un periodista serio.
Leí al respecto que todos tenemos derecho a nuestras propias opiniones, pero no tenemos derecho a nuestros propios hechos.
Los demás, andamos por el mundo diciendo cosas, algunas de las cuales se fundamentan en teorías, otras en evidencias y otras no tienen fundamento, básicamente porque la calle o la mesa familiar no son espacios científicos ni judiciales.
¿Para qué sirven esos intercambios muchas veces no bien fundamentados?
En primer lugar, si estamos conscientes de su escasa fundamentación, sirven para que otros nos ayuden a construir algo que se aproxime más a la verdad.
O sirven para incitar a otros a que nos den su punto de vista, que si los escuchamos con atención, pueden enriquecer nuestro repertorio de enfoques.
Cuando el intercambio es solo un intercambio, y no tiene consecuencias, estaremos seguros si procedemos de esa manera.
Cuando lo que afirmamos es parte de un proceso de toma de decisiones, tenemos que ser más cuidadosos.
Lo que afirma un ejecutivo no siempre tiene respaldo en teorías o evidencias. A veces tiene respaldo en la experiencia o en la sabiduría popular y eso es valioso. Pero si va a basar una decisión en eso, conviene o que busque evidencias confirmatorias o que critique lo que afirma, preguntando en cuáles casos sí y en cuáles no y explicitando en cuáles supuestos se basa.
Y desde luego, que evalúe los riesgos: ¿Cuáles serían las consecuencias de tomar una decisión basada en una afirmación que resultara falsa?
Haríamos bien en autocriticarnos y darnos clara cuenta de cuando lo que afirmamos se basa en dogmas –verdades que sostenemos y que no estamos dispuestos a poner en discusión–. Cuándo en creencias. Cuándo en normas: lo afirmo porque así debería ser. Cuándo estamos yendo con Vicente a donde va la gente.
Hablar no es costoso, hablar con rigor sí lo es. Un frente sugestivo para ir mejorando nuestra responsabilidad, sería tener como modelo al científico que cuida mucho lo que dice. Y así, cuidando lo que decimos mejorará el rigor de lo que pensamos. Cultivemos pues el hábito de antes de afirmar algo, buscar evidencias de que es cierto. Para que nunca nos tengan que desmentir en “No coma cuento”.
Afirmaciones y evidencias
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