Libertad y sensatez

Podemos usar la libertad para actuar torpemente o para actuar con sensatez. Unos tenemos prisa por resolver el problema fiscal porque sabemos las consecuencias que tiene no resolverlo. Sabemos que no se puede esperar una solución perfecta. Basta con una suficientemente buena. Nos enfrentamos a esto con diferentes agendas. Un empleado de empresa privada, siente que lo que está en juego es un pequeño porcentaje de su ingreso. Un empleado público, imagina que peligra gran parte de su remuneración futura. Un dirigente sindical, ve en juego su reelección. Un político en busca de nicho, buscará oportunidades en este río revuelto. Y los jerarcas del poder ejecutivo y de las instituciones públicas defenderán su capital político. Estos deberían tener en sus oficinas una foto de Chamberlain y otra de Churchill.

 Muchos estamos de acuerdo con la libertad de manifestarse. De protestar. Pero nos ofende la extorsión. La amenaza. Que las pancartas y altavoces pretendan sustituir los procedimientos ordenados de toma de decisiones. Nos preguntamos en qué momento una actividad de protesta se convierte en un intento de arrogarse la soberanía, la cual reside exclusivamente en la Nación (Artículos 2 y 3 de la Constitución Política). Y cuándo se traspasa el lindero entre la manifestación y la sedición (Art. 4). También nos inquieta la responsabilidad de las autoridades, de velar cuidadosamente por el espíritu de esas normas, responsabilidad que no es discrecional, sino que los obliga taxativamente. No es lo mismo convocar a una manifestación que paralizar una ciudad.

Podemos arremeter contra las evidencias, pero ahí están y estarán. El problema no es la medicina. El problema es la enfermedad. Se puede jugar de político, se puede hacer demagogia, pero en estos tiempos de hiperinformación, eso conlleva responsabilidad.  Irrita que una minoría vociferante sea más visible que una mayoría silenciosa. ¿Cómo darle altavoces a la mayoría silenciosa? Líderes: la buena política no es contentar a todos. Guíen a la mayoría silenciosa.

Es hora de la responsabilidad. Aquí no se trata de quien gane este pulso. Si el plan fiscal se descarrila, todos perderemos.  ¡Para qué libertad sin sensatez!


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