Reciclar desatinos

En el mundo físico, la energía no se destruye; se transforma. Electricidad en sonido. Electricidad en luz. Temperatura en movimiento. Entren a la red y busquen Trump Forest. Es una asociación que lo que se propone es transformar los desatinos de Trump, en esfuerzos de reforestación. Cuentan que cuando Trump se negó a firmar el acuerdo climático de París, tres buenos ciudadanos decidieron convertir su enojo en contribución: cada vez que sus decisiones lo irriten entregue una contribución a la agencia de reforestación local o a Trump Forest. Si Trump te irrita planta un árbol.

Eso podría ser una aspiración de alto significado: crear un “dispositivo” que genere el bien a partir del mal o como lo dice este movimiento, que convierta la ignorancia en árboles. Sería como instalar generadores de bien común. Y en vez de que la irresponsabilidad, la ignorancia, las malas maneras, se reproduzcan en elementos negativos como ira, menosprecio, resentimiento, produciríamos buenos propósitos, ayuda a iniciativas desarrollantes, mejoramiento de nuestras propias deficiencias.  Eso sería semejante a cómo convertir la basura en energía. O semejante a los bonos de carbono neutralidad que le dan a las empresas contaminadoras, la posibilidad de contribuir positivamente, financiando mediante compra de bonos, a otras que por ejemplo siembran árboles.

Unos segmentos cerebrales, posiblemente los instintivos, nos llevan a devolver mal por mal, igual que hace un perro al cual le majan la cola. Pero si vivimos en sociedad, ese comportamiento es contraproducente. Ser civilizado es poner en funcionamiento los núcleos prefrontales, los cuales son capaces de comportamiento paradójico, por ejemplo, de buscarle y encontrarle más sentido a devolver bien por mal. A eso, le llama Gandhi, la verdadera grandeza, así como también afirma que, ojo por ojo y el mundo acabará ciego.

Si nos hemos preguntado cómo contribuir al bien común, aquí tenemos una muy buena respuesta, la cual nos pone en contacto con una fuente inagotable de energía, porque no hay que ser muy pesimista para darse cuenta de que en nuestro entorno siempre habrá una oferta abundante de errores, disparates e imprudencias.


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