Cuando no se nos escucha debidamente, nos queda la duda de qué pitos tocamos en esta relación. Los griegos lo sabían y cuando condenaban a alguien al ostracismo, lo que hacían era enviarlo a un sitio adonde no le dieran pelota. Se necesita mucho valor, mucha asertividad para pedir formalmente que se nos escuche. Por tratarse de una necesidad tan íntima, el pudor nos frena. Es más seguro informalmente pedirle a alguien que nos de pelota que pedirle que nos ponga atención.
Posiblemente la expresión «dar pelota» se origine en el juego de futbol. Si a un jugador no se le da pelota, si no se le alimenta con pases, se le está mostrando desconfianza, además, se le está negando la posibilidad de que contribuya a los logros del equipo, se le está condenando al ostracismo, y de esa manera lo habremos anulado.
He visto colaboradores obtener bienestar emocional de un elogio. Claro, dirían algunos; es obvio. Pero lo que ya no es tan obvio es que he visto colaboradores obtener bienestar psicológico cuando se les señalan las deficiencias de los resultados que están obteniendo. Tenía razón la canción popular que decía odio lo quiero más que indiferencia, porque el rencor hiere menos que el olvido.
Dar pelota puede resultar terapéutico. La escucha es la esencia de la comunicación.La conversación con el médico que explica el curso probable de una dolencia, disminuye la incertidumbre. El consuelo del guía espiritual reaviva el deseo de mejorar. La conversación con el maestro que señala un camino, nos cambia.El jefe debe mantener una vinculación que ayude al grupo a tener confianza en sí mismo y a entender el significado de su esfuerzo.
No es necesario que las empresas sean una gran familia. Muy bien si logran serlo. Pero no es necesario que lo seamos para que se produzca un ambiente productivo. Tampoco es necesario que sean canteras de oportunidades de desarrollo para su personal. Bien si lo son. Sería suficiente con que señalen que su fin es tener la mayor sostenibilidad. Y que están convencidas de que para lograrlo deben apreciar la contribución real y potencial, material o inmaterial, visible o invisible, de cada uno de los colaboradores, porque en su puesto, hoy, cada uno es insustituible. Si lo ven así, será inevitable que les den pelota.