Abundan las noticias sobre lo que la neurociencia anda descubriendo acerca del aprendizaje. ¿Estarán escuchando las entidades educativas, especialmente las universidades y especialmente las que tienen escuelas de educación?
¿Escuchan las empresas? Muchas gastan valiosos recursos en la así llamada capacitación. Recurren a la capacitación cuando lo que quieren lograr es apuntalar su capacidad de cambio. Ofrecen programas de capacitación como si esta les fuera a aumentar sus potencialidades de innovación que es lo que tendrían que promover.
Creemos que la digitalización de la educación es la gran cosa.Pero según algunos,lo que la gran revolución de los MOOCs (cursos libres masivos en línea) ha hecho, es poner cursos tradicionales en formato digital, como si leer un libro en una tableta fuera la gran revolución con respecto a leerlo en papel.
En muchos casos el interés original en los cursos, es de los organizadores y no de los participantes. No se gestiona la creación interna de una demanda por conocimientos. Si al participante lo mandan al curso, si no tiene que comprometer algo personal, como tiempo, pago de una parte del costo o demostración de por qué la empresa se beneficia de enviarlo a él y no a otro, el deseo de aprender puede ser nulo.
En muchos casos, a fin de reducir costos de instalaciones, alimentación, transporte, separación con respecto a las actividades habituales, los programas de formación se diseñan como retiros o maratónicas. Esto colisiona con la necesidad de proveer períodos de atención difusasobre los asuntos (descanso, sueño, otras actividades) a fin de que los insumos procedentes del programa sean digeridos debidamente. También riñe con la necesidad de contar con la debida atención, la cual decae después de un cierto tiempo de estar sometido a un determinado tipo de estímulos. ¡Imagine la clase de atención, a partir de la filmina número cuarenta¡
Estosy otros elementos aguardan para ser incorporados en el diseño de buena parte de los programas formativos en las empresas. Pero la pregunta que más debería inquietarnos como ciudadanos, es la de si colegios y universidades tienen ya en marcha programas que incorporen la marejada de hallazgos que están haciendo las neurociencias sobre el tema del aprendizaje, o si siguen en el siglo XIX cultivando la enseñanza.