Otra vez, Miércoles de Ceniza. Ceniza que en el Antiguo Testamento habla de desapego. De darnos cuenta de lo que vale lo efímero. Y de lo que no lo es. Ayuno, que implica prescindir, y que mirado elementalmente, podría consistir en una revisión de circunstancias, para distinguir las esenciales de las accesorias. Para reubicarnos en cuanto a si se come para vivir o se vive para comer. Y de aquí partir hacia una revisión de fines y medios, en la cual podríamos descubrir destellos de que dar es recibir y que amar sin ser amado no es una tontería.Para luego saltar al ejercicio realista de auto reflexión, que reconoce lo que dejamos de hacer y que se pregunta sobre la contribución que hacemos al bien común. Porque tal vez el Reino anunciado, se lograría si todos contribuyéramos amorosamente al bien común.
El ser humano es, de manera singular, porque en un rango que podemos ir aumentando, tenemos libertad, es decir, podemos elegir mediante una valoración de las opciones.
Somos portadores de un potencial desconocido. Podemos hacer maravillas con lo que vamos enfrentando, sobre todo si no vivimos según un manual. Si vivimos abiertos a lo que va acaeciendo.Somos capaces de paradojas. De extraer, como decía Machado,de las amarguras viejas, blanca cera y dulce miel. De llenarnos de energía cuando igualmente el mismo hecho hubiera podido deprimirnos.
La cuaresma, ese espacio que debería ser de quietud interior, de ponderación de trascendencias, de contemplación de otras dimensiones, de valoración de otros ritmos y otras formas de vivir. Lo cual no es un llamado atransformarnos en ermitaños, sino una revisión crítica de la forma en que vamos al estadio, nos relacionamos con los compañeros de trabajo, disfrutamos el happy hour o vivimos la vida de pareja.
Oportunidad para tomar gobierno de nuestra vida –que en sentido etimológico es pilotar la nave de nuestra vida-tal vez no para viajar a las estrellas,sino para tener más conciencia de ellas.