Sobre el futuro siempre hay incertidumbre.La forma de manejar la incertidumbre es aceptar el valor de la aventura. Lo queramos o no, tenemos que adentrarnos en el futuro y puesto que es incierto, tenemos que elegir con qué actitud vamos a hacerlo. Podemos adentrarnos con temor, con cautela o con espíritu de aventura. El temor es un estado cuya finalidad es ayudarnos a salir vivos. El camino que se recorre con temor, deja sabor a campo de batalla porque lo recorremos con la alarma roja encendida. La cautela es la conciencia de que algo infausto puede ocurrir. Es, por así decirlo, una alarma amarilla. ¿Es posible que haya peligros? Claro que sí. ¿Es posible que algo salga mal? Sí.Reconocer eso es ser realista.
El espíritu de aventura nos suelta las amarras. Quita el freno de mano. Nos abre a los buenos eventos y nos da presencia de ánimo para afrontar los malos, y nos lleva a valorar ambos. Para tener espíritu de aventurano es necesario ser audaz. Primero hay que ser realista. Luego hay que saber qué hacer con el miedo. Los valientes no lo son porque no sientan miedo. El miedo aceptado nos nubla menos que el miedo reprimido. Y hay que tener esperanza de que la aventura nos dejaráfrutos.
Penetrar en terrenos desconocidos,nos saca de nuestra zona de confort. Pero nos puede hacer mejores: aprendemos, ponemos en acción núcleos de nuestra personalidad que no utilizamos en nuestra vida rutinaria, echamos mano a nuestra capacidad innovadora, aprendemos a no temer a tigres de papel, ganamos confianza en nuestra habilidad para manejar el temor y la ansiedad.
Transitamos por territorios desconocidos cuando hacemos una nueva tarea, nos relacionamos con una nueva persona, entramos en contacto con ideas novedosas, vamos a un sitio desconocido, cambiamos las rutinas. O sea que las oportunidades para la aventura están aquí a la mano, y no se quedan solo para los exploradores de Nat Geo.