De regreso a clases

Por Álvaro Cedeño Gómez

Muchos de ustedes, jóvenes, están iniciando el colegio. Terminaron la escuela primaria y de pronto sienten y se les recuerda, que ya no son niños. Que tienen que responsabilizarse. Que ya no se espera que cumplan con sus obligaciones para satisfacer a sus padres, sino para ir consolidando una personalidad autónoma, con la idea de que al llegar a la adultez, no reciban órdenes de aquí y de allá, sino de su propia conciencia de lo que es debido.

Vienen del tiempo de la infancia que es inagotable y que parece que no transcurre. Pero con sus nuevas responsabilidades estudiantiles irán sintiendo más y más que ya no les alcanza.

Es entonces cuando les puede servir este consejo, viejo y probado: hagan un programa de estudio. No dejen sus tareas al acaso. Prográmenlas, anótenlas, pero sobre todo, no tengan un horario solo de sus horas en el colegio sino del resto de sus horas. Programen a qué hora se tendrán que acostar para levantarse enérgicos para empezar cada día. Anoten cuánto tiempo tendrán que dedicar a estudiar lo que les resulte más difícil. Separen tiempo para sus diversiones y actividades no curriculares. Si las dejan “para cuando se pueda”, lo que ocurrirá es que aquéllas que les resulten gustosas, se van a alargar sin que ustedes se den cuenta y dejarán sin tiempo las que no resultan tan gustosas. No dejen sin tiempo ni la vida social, ni el cultivo del cuerpo sano, ni las actividades culturales ni su vida espiritual. Formarse es ir logrando armonía.

Más o menos eso es lo que nos dijo hace sesenta años nuestro profesor Guillermo Villalobos Rodríguez en nuestros primeros días en el Liceo de Costa Rica. Lo recuerdo con gratitud como evidencia de que lo que el maestro nos deja, viaja con nosotros en el tiempo y de cómo décadas después, puede ser impulsado con nueva ilusión,para que siga viajando cual sonda espacial en un viaje interminable.


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