Amor en la empresa

La expresión “relaciones humanas en la empresa” se queda corta. Tiene algo del contenido manipulativo de “cómo ganar amigos e influir en los demás”. Prefiero hablar del ser humano en la empresa. Así se llama el libro que me publicó la Academia de Centroamérica hace unos meses.

Para un buen trabajo en equipo es necesaria la confianza entre sus miembros, la cual se construye, entre otras cosas, con una buena comunicación. Esta no es un asunto de claridad en los mensajes, sino más bien, de buena disposición en el corazón. Depende más de la actitud con la que recibimos al otro, que de la forma como se maneja el lenguaje.

Hay un espectro de actitudesque van escalando encalidad. Se puede tolerar al otro. Esto es que, aún a regañadientes, aceptamos que el otro tiene derecho a ser como es. Trabajaremos con esa persona, pero no nos pidan que nos detengamos a socializar con ella.

Luego viene la aceptación, la cual, apenas es una acogida neutral al otro. No solo lo toleramos. Vamos un paso más allá y lo recibimos diciéndonos que al igual que cada uno, esta persona también tiene sus “cadaunadas” pero se las aceptamos.

Un escalón más arriba está la simpatía. La persona ahora nos deja una ganancia con sus singularidades, con la forma como se relaciona con nosotros. Si no nos vemos, no sentimos un vacío. Pero si nos vemos, disfrutamos.

Un nivel superior es el de la amistad. Entonces intercambiamos manifestaciones de afecto y sentimos la ausencia.

Me pregunto si estarán listas las empresas para escuchar hablar de amor. Aquí la convivencia se base en querer el bien del otro. Imaginemos un jefe que ame a sus colaboradores: buscará retos a su medida, los evaluará con madurez, les dará retroalimentación bien intencionada, buscará cómo propiciar su desarrollo personal. Imaginemos colaboradores que amaran a sus compañeros. Y colaboradores que amaran a su jefe. ¿Difícil? No lo sabemos. Habría que probar.


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