Nuestro desarrollo se beneficia de los intercambios con los demás. Podemos realizar esos intercambios mediante la lectura, mediante la escucha de actividades magistrales o mediante el intercambio cotidiano, que según con quién sea, y de la forma como sea,nos aporta insumos renovadores. La conversación corriente, cuando no es solamente un repaso de cosas banales, es formativa.
Cuando conversamos con apertura podemos ir encontrando conceptos nuevos que no formaban parte de nuestro aparato de pensar. Cada persona tiene un acervo de conceptos producto de su educación formal, de su experiencia, de sus propios intercambios. No se exagera si se dice que cada persona es como una biblioteca. Ahora podríamos decir que cada uno trae encima muchas contribuciones valiosas que podría hacer a múltiples temas de la Wikipedia.
O a veces la conversación nos pone en contacto con relaciones novedosas. Casi toda la ciencia se compone de afirmaciones que relacionan elementos. El virus con el síntoma. El calentamiento con los mosquitos vectores que transmiten el virus. Muchas veces, lo que nos parece interesante de una conversación, es la forma como nuestro interlocutor va creando relaciones inéditas. O cómo se va formulando preguntas, que es otra forma de establecer relaciones: ¿Cómo irán a leer en el futuro los chicos que ahora solo leen Tweeter?
A veces,en la conversación, aparece algo que va más allá de una relación y que tiene el carácter de un esquema conceptual. Alguien nos explica cómo en un cuerpo vivo todo depende de todo y cómo todo se autoregula. O cómo la libertad, el respeto al individuo, el estado de derecho, la democracia, la limitación del poder, forman un esquema indisoluble para la buena convivencia.
El silencio es muy valioso. La soledad en la cual elaboramos nuestros propios productos, también. Pero convertirnos en pupilos anónimos de autores, formadores de opinión o amigos selectos, nos garantiza una permanente renovación de nuestro punto de vista y de nuestra manera de pensar y opinar sobre la realidad.