El Dr. Thomas Gordon escribió una serie de libros sobre cómo conducir con eficacia la función de padre, educador, jefe, líder. Recuerdo uno de sus aportes: “el área de no problema”.
Cuando algo desagradable o irritante ocurre a causa del comportamiento del niño o del colaborador, la relación con su padre o su jefe se altera. La culpabilidad, la sensación de fracaso del lado de quien cometió la falta y la frustración, el impulso de autoritarismo del otro lado, convierten la relación en un territorio minado. A quien cometió la falta, siempre lo exaspera la reprimenda y a veces hasta lo exasperan intervenciones tan consideradas como un consejo.
Gordon recomienda que nunca se intervenga en esas circunstancias, sino que se intervenga cuando no ha ocurrido nada, en prevención de lo que podría ocurrir, señalando reglas y explicando las consecuencias de los comportamientos considerados inadecuados. A eso le llama actuar en el área de no problema.
Algunas personas, cuando asumen un puesto de jefatura, dedican un tiempo pausado a explicar cuáles son las reglas de juego que proponen para el grupo. Éste es un buen momento para explicar que quieren conocer las desviaciones inmediatamente y no cuando el problema se ha salido de control. Que no quieren que se utilice el “correo de las brujas”. Que prefieren comunicación directa y no a través de correo electrónico. Que valoran más las soluciones que las excusas. Y desde luego, aquí se incluirían las reglas de juego relacionadas con el trabajo concreto de la unidad.
También en las relaciones interpersonales, una onza de prevención es preferible a un litro de curación, idea que viene, primero de la medicina y la cual ha sido ampliamente aplicada en el mantenimiento de equipos industriales. Y es lo mismo que de manera no sistemática hacemos cuando vamos diciendo qué es lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Ahora la propuesta es que lo hagamos de manera razonada y ordenada.