Espejos y ventanas

Leí que un gerente debería tener en su oficina, una ventana y un espejo. La ventana es para cuando se logre un éxito. Entonces hay que mirar hacia afuera para descubrir y señalar a quienes contribuyeron a lograrlo. El espejo es, para cuando algo fracase, mirarnos y preguntarnos qué pudimos haber hecho de mejor manera y qué aprendemos para la próxima.

Pienso que el simbolismo se puede recomendar a toda persona. El chico que sale de sexto grado debería mirarse en el espejo y regocijarse porque ha completado una etapa de su vida, porque ha puesto muchos pequeños esfuerzos en la dirección de este logro. Pero también debería mirar por la ventana y reconocer las contribuciones de sus padres, de sus maestros, de sus compañeros, del chofer del bus, del panadero y del lechero que nutrieron su desayuno.

Los logros nos inclinan a mirarnos en el espejo y a sobredimensionar los rasgos personales que los hacen posibles. Pero la verdad es que la persona que tiene éxito, no debería envanecerse. Con sus circunstancias, con el apoyo que le dan otras personas, con los afectos de los que disfruta, con la caja de herramientas con la cual la dotó naturaleza, con las oportunidades que otras personas le abren, el éxito es más una consecuencia que un evento logrado a pulso. Aun aquellas personas que triunfan gracias a su diligencia, a su orden, a sus valores, podrían pensar que esas son también circunstancias en las que no todo lo pusieron ellas mismas. Si miraran por la ventana, verían pasar un desfile de personas, episodios, intercambios, estímulos, que finalmente se sedimentaron en los rasgos que hoy hacen posible el éxito.

Que el espejo, figurativamente,nos sirva para retroalimentarnos. Preguntémonos si podemos superar nuestras propias marcas. Si estamos haciendo el mejor uso de nuestro tiempo. Si quienes nos rodean mejoran con ocasión de su relación con nosotros. Si nuestros objetivos valen la pena. Si estamos contribuyendo tanto como podríamos.


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