Mejoramiento permanente

Los procesos de mejoramiento, personales, empresariales, académicos, comunitarios, tienen un supuesto sensato. Parten de aceptar que no somos perfectos, pero que somos perfectibles.Las rectas paralelas, por más que se extiendan, no se llegan a tocar, nos decían en la escuela. Siempre están a la misma distancia. Las asíntotas, nos decían en el colegio, son dos líneas que según se van extendiendo, se van acercando, pero no llegan a tocarse sino en el infinito, que es como decir que no llegan a tocarse nunca.

Así imagino el perfeccionamiento. Cuando estamos lejos de lo excelente, es fácil dar pasos de mejoramiento. Cuando ya estamos cerca de lo excelente, cada mejoramiento nos acerca menos a la medida a la que se aspira. Como quien salta altura. Pasar de saltar un metro a un metro diez, no es tan difícil como pasar de saltar dos metros a dos metros diez.

En las empresas, y en la vida de las personas, ¿Qué es lo que hay que festejar? Creo que hay que festejar varias cosas. Primero, los mejoramientos. Cada uno. Del tamaño que sean. Segundo el irnos acercando al ideal. Y tercero, la disposición que se tiene de ir mejorando. Prefiero una entidad que echa para atrás, pero que tiene espíritu de mejoramiento. Que otra que echa para atrás y le da lo mismo.

En las personas esto tiene que ver con la aceptación. Aceptarse no es conformarse con cómo se es. Es tener la actitud de que somos como somos, pero que estamos metidos en la dinámica de ser mejores. Vamos ganando. O vamos perdiendo. Pero falta tiempo en el partido. Y vamos a utilizar ese tiempo para seguir mejorando.El resultado es un hecho. La meta es un ideal. El compromiso con la meta es un motor. Estirándose hasta clavar una clavija hasta donde alcanzan sus brazos, va el alpinista escalando hacia la cima. Sin afán narcisista. Sin “robar cámara”. Sin que nadie lo vea. Deportivamente. Porque le da la gana.


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