La búsqueda de la máxima satisfacción por parte de las personas o de la máxima ganancia por parte de las empresas, puede ser sostenible o no. Es sostenible, cuando se la puede lograr hoy, el año entrante y dentro de veinte. No es sostenible, si su logro hoy, deteriora la posibilidad de lograrlo dentro de un tiempo.
En los últimos años han surgido empresas con conciencia ambiental. Se las llama “empresas verdes”.Tienen, como todas, el afán de hacer máximas sus ganancias, pero buscan maneras de hacerlo, que sea amistosas con el ambiente. Peter Senge narra en “La revolución necesaria”, un evento de sensibilización desarrollado por la empresa Xerox para sus ejecutivos. Primero un par de días en solitario, en una cabaña desde la cual se pudiera tener contacto cercano con amaneceres, atardeceres, sonidos, flora, silencio. Para ver lo que está en juego. Luego un viaje a un botadero de basura, para presenciar cómo una impresora se transforma en materiales de muy difícil degradación. Para reflexionar sobrelo fugaz que es la vida útil de la impresora, comparada con el tiempo que le toma a la naturaleza procesar los desechos. Todo esto, como parte del programa “Cero a los botaderos”. Cuánta basura no degradable enviemos a los botaderos, depende de la forma como se diseñen los aparatos que nos resultan tan cómodos.
Diseñar, hace cien años, era un ejercicio de poner juntos unos materiales para producir una función.Hoy debería ser, además, lograrlo de tal manera que al final de la vida útil del aparato, no le dejáramos un problema de siglos a la naturaleza. Diseñar es resolver problemas. Si antes no nos habíamos planteado el problema ambiental, el acto de diseñar tenía menos exigencias. Hoy, el diseño exitoso, es el “diseño verde”: producir un artefacto, con el menor consumo de materiales, para desarrollar una función con el menor consumo de energía y cuya eliminación al final de la vida útil, no sea gravosa para la naturaleza.