En los problemas de libro, el tiempo no transcurre. Si tenemos que medir la altura de la torre a partir de la sombra que proyecta, el texto del problema sigue igual, ahora y mañana. En los problemas reales, el tiempo transcurre. Para el médico, no es lo mismo enfrentar un cuadro agudo en este momento que unas horas después. Las situaciones reales, son objeto de mejoramiento o de deterioro. Hay problemas que dejados a sí mismos, se van solucionando. Otros se van agravando. Algunos se van agravando tan poco a poco, que no percibimos el deterioro de cada día, pero no podemos ignorar el deterioro año con año. Un ejemplo: el tránsito en la Gran Área Metropolitana.
Algunas situaciones se van deteriorando hasta que más allá de un punto, ya no hay solución o es costosísima. Es el punto de no retorno. Hay ilustraciones de todos los tamaños. Se trata por ejemplo del malestar que vamos sintiendo con alguien y que no lo vamos manifestando, hasta que un día explotamos y decimos lo que no debimos haber dicho.Lo que antes del exabrupto podría haber sido resuelto, después ya no podrá serlo. Honduras enfrentaba un problema hace meses, pero el golpe, cambia la naturaleza del problema y se convierte en un punto de no retorno.
Es lamentable pasar el punto de no retorno y luego darnos cuenta del número y magnitud de las dificultades que surgen. Por eso es una regla prudencial, ante problemas serios, hacer el ejercicio de imaginar las consecuencias directas e indirectas de las soluciones o de la inacción. Cuando las imaginamos y nos parecen muy indeseables, estaremos mucho más alerta según nos vamos acercando al punto de no retorno. Y esto invoca otra regla prudencial: saber que todos los problemas son complejos, que las consecuencias de una acción son múltiples, y están interrelacionadas, de manera que unas influyen en a otras.Posiblemente lo que llamamos sensatez, tiene que ver con estos ejercicios.