Después de una charla sobre pensamiento estratégico, los participantes me obsequiaron una bella escultura de don Quijote y Sancho. Si me la hubieran dado al inicio, me hubiera servido de ilustración para el contenido de la charla. Hubiera señalado la escultura cuando dije que tanto la estrategia como el liderazgo, arrancan con la formulación de una visión que movilice, que sirva como lema de una cruzada. Y en esto don Quijote es un buen ejemplo. Quitándole su paranoia, sus sueños son una excelente fuente de energía.
Posiblemente sin haber leído a Cervantes, Gary Hamel sostiene que en las circunstancias actuales, formular estrategias en las empresas es pensar lo impensable, salirse del guión, reinventar la forma de hacer las cosas. Microsoft es un sueño realizado. Lo mismo Google. Y Facebook. Y la telefonía celular. Amazon constituye un salto cualitativo con respecto a una librería. EBay con respecto a un almacén de ofertas. Por eso, si vemos en los molinos de viento solo molinos de viento, estamos perdiendo sintonía con la innovación requerida por los tiempos.
Don Quijote, enjuto, frugal, infatigable, peregrino, es un buen modelo de líder. Los líderes no deben ser gatos gordos en sus puestos, sino que deben tener el dinamismo, la percepción y el afán de lucha del gato de callejón. El líder siempre está en camino. Nunca considera que ha llegado. En ese sentido es un peregrino, siempre en busca de aventuras. Siempre consciente de que sin riesgo no hay progreso. Siempre sediento de nuevos caminos. Siempre en marcha con la vista puesta en el largo plazo.
Sancho es el corto plazo. La ganancia inmediata. La búsqueda del fruto maduro al alcance de la mano. El razonamiento simplista que siempre hace ver la lucha idealista como un sinsentido. El juicio siempre favorable a la posposición del reto. El argumento a favor de que antes de continuar en la persecución del sueño imposible, nos sentemos por ahía consumir esas morcillas con buen vino.