Preocupación y eficiencia

Cirujanos y artesanos distinguen claramente entre el asunto que tienen entre manos y ellos como agentes, como quienes hacen. Por eso pueden focalizar su talento y su energía en los objetos que manipulan.

En muchos asuntos, esa distinción es confusa. Cuando nos atrasamos en la entrega de un trabajo y ya está cerca el vencimiento del plazo, podríamos distinguir como el cirujano,entre el asunto –de qué manera hacer el trabajo más rápido o conseguir una ampliación del plazo- y nosotros como agentes. La confusión viene de que no nos vemos nítidamente como la persona que puede hacer o gestionar cosas, sino como el culpable, como el negligente, como el que va a ser reprendido, como el que va a causar un daño, y entonces invertimos energía en culpabilizarnos, en recriminarnos, en hacer propósitos de enmienda, o en consolarnos o justificarnos con todo tipo de racionalizaciones. Toda esa energía, se le resta a la solución del asunto.

Una causa de nuestra preocupación por los resultados, puede provenir de la pasión, o del sentido del deber, o de la motivación que se tenga por realizar un asunto. Esa preocupación lleva a la sobreintención, esto es, al afán desmedido y casi obsesivo por que algo salga bien. Esto, a veces es contraproducente. Acertamos más cuando tiramos al blanco sin tensión, con naturalidad, que cuando lo hacemos con la obligación obsesiva de acertar. Somos más creativos cuando jugamos con las ideas que cuando con crispación nos exigimos un resultado.

La energía debe ser bien administrada. No se trata solo de hacer esfuerzos. Se trata de hacer esfuerzos de calidad. Por ejemplo, si tenemos un encargo delicado para mañana, el mejor uso del tiempo y de la energía durante la noche de hoy, es dormir bien. Se dice que Napoleón podía dormir durante una batalla. Seguramente había verificado que ese era el mejor uso de su tiempo.

El esfuerzo ciego, el activismo, el disparar en todas direcciones aparentan diligencia. Pero podrían ser ineficaces.


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