Es muy fácil ser profeta al revés, esto es, decir por qué ocurrió lo que ocurrió. Ahora se anda diciendo con claridad por qué a Obama le fue mejor que a Hillary. Se dice que el mensaje de Obama es sobre la necesidad de un cambio y el de Hillary, sobre el valor de la experiencia.
La primera vez que escuché el análisis de que Obama fundaba su mensaje en el tema del cambio, pronostiqué –haciendo de profeta al derecho- que le iría muy mal. Me equivoqué. Y quiero airear lo que aprendí.
En las empresas, es preferible hablar de mejoramiento que de cambio. La idea de mejoramiento es mejor digerida porque apela al impulso de los seres humanos hacia lo bueno, hacia lo mejor. En tanto que la idea del cambio, generalmente despierta resistencias porque las personas hacen ante la propuesta un análisis de riesgo, y pronto empiezan a temer que algo muy valioso desaparezca: la cercanía con el jefe con quien se llevan tan bien o la función de la cual obtienen tantas satisfacciones.
¿Y por qué a Obama no se le enmarañaron esas resistencias? Creo que porque ha logrado hacer aparecer el cambio como algo que necesita hacer la burocracia de Washington y no la persona común. Con tal jugada, se apuntó muy bien. Primero, todos estamos dispuestos a exigirle cambios a otros. Segundo, después de dos períodos de un gobierno muy criticado, con decisiones de impacto negativo tomadas contra viento y marea, la idea de cambio de Obama viene impulsada por un instinto de infligirle castigo a la Administración.
Comparo esto con la llamada de Kennedy al cambio (“…pregúntese qué puede hacer usted por su país”). Y recuerdo que la hizo en el discurso de toma de posesión, con lo cual tenía el sentido de “ahora que hemos ganado, los quiero invitar a apoyar el cambio”.
¿Qué ocurrirá si Obama gana y no logra hacer el cambio en Washington? ¿O si gana y el cambio en Washington resulta insuficiente? ¿O si además del cambio en Washington tuviera que pedir algún cambio a las personas comunes?