Los ecologistas nos movilizan con su gran respeto por la diversidad que la Creación o el Azar nos han puesto delante de la nariz: bosques, ríos, mares, montañas, vientos, lluvias, especies, organismos.
Las empresas que han adoptado ese respeto, se denominan empresas sello verde: economizan energía, no contaminan, diseñan sus productos y sus procesos para que sean amistosos con el ambiente, producen orgánicamente.
Algunas empresas van un paso más allá –las podríamos denominar empresas sello blanco- porque adoptan la ética como norma de su accionar. Se comprometen a accionar de manera quelas personas que participan en ellas sean más eficaces y más felices. Recordemos que para Aristóteles, la ética conduce a la vida buena y feliz.
No queremos en las empresas, listas interminables de valores. Queremos unos cuantos lineamientos de alta contribución a la eficacia y a la felicidad.
Para quien tiene sensibilidad ecológica, un bosque es una ventana hacia lo trascendente: es un monumento a la vida y un desafío al tiempo. Para quien tiene sensibilidad ética, el respetoa los demás también es trascendente: el respeto mutuo es requisito de la convivencia constructiva; la manifestación de respeto que hago a la otra persona, es semilla que germina en ella y genera otros actos de respeto, o vínculos afectivos, o sensibilidad por las mejores formas de relacionarnos.
Nos preocupamos por las ranitas arlequín en peligro de extinción. Pero deberíamos ir más allá y valorar la psico-diversidad: los rasgos de la personalidad y del comportamiento de quienes nos rodean. El ejército, la empresa tradicional, la escuela, han tratado de hacernos uniformes ignorando nuestra variedad multicolor. En la empresa moderna que requiere de creatividad, de innovación, que mira hacia el futuro incierto y no se estaciona en el pasado conocido, la psico-diversidad es tan importante como la biodiversidad que nos han enseñado a respetar los ecologistas.