Hay sociedades que son más eficaces para llegar a acuerdos. Como país convendría poner en agenda la necesidad de construir un buen procedimiento al respecto. Eso sería tan útil como cuando aprendimos a atarnos los zapatos.
Se dice que en los equipos de trabajo, por ejemplo en una junta directiva,es conveniente lograr consensos sin que haya que votar. Votar es como cortar el nudo en vez de tratar de desatarlo. Cuando se vota, unos ”ganan” y otros “pierden”. Y luego a la hora de la ejecución, los que perdieron podrían no querer alinearse. Por eso el referéndum es un buen mecanismo democrático pero se podría aspirar a tomar decisiones nacionales mediante una buena cultura de construcción de acuerdos.
¿Qué será una cultura de construcción de acuerdos? Creo que se requiere que se privilegie la reflexión sobre la discusión. Toda discusión aleja a sus participantes. Se requiere un clima de sosiego, sin crispaciones, donde todos puedan escucharse activamente, esto es, escucharse no como trámite o como norma de cortesía, sino para conocer debidamente los intereses del otro.
El camino del acuerdo se obstaculiza cuando la arrogancia nos convence de que tenemos toda la razón y que el otro está equivocado. O cuando el instinto de supervivencia nos lleva a querer ganar a toda costa. Y a veces ganamos a costa de lo que era saludable. No se puede recorrer el camino del acuerdo cuando existe suspicacia o peor,paranoia. Esto ocurre cuando una de las partes cree que “se la van a tirar” al menor descuido. O cuando la ignorancia y el temor a exponerla, recomienda que “mejor machete estate en tu vaina”. Es entonces cuando por temor no se escuchan las ofertas y cuando la negativa rotunda es la respuesta ala solicitud de que si no se está de acuerdo con algo se planteen opciones.
Si vemos una sesión del congreso, o una tertulia deportiva, nos damos cuenta de que todos somos expertos en discutir, pero muy pocos gestionan acuerdos. Y luego nos marchamos seguros de haber ganado pero sin pensar en el costo social de esa victoria.