Para la vida que recomienza, ideales desafiantes. El ideal guía. Provoca entusiasmo. Nos reanima en los momentos de desaliento. Eleva las miras.
Nuestra experiencia nos dice que son difíciles de alcanzar. Quizás sean inalcanzables. Pero le dan profundidad a nuestras vidas.
Comer por comer es un acto animal. Comer para tener energía para avanzar un milímetro en pos de un ideal, es un acto trascendente. Es quizá lo que Drucker quiso decir con “darle sentido futuro a las acciones presentes”.
Si nuestra vida cotidiana se vive en dos dimensiones, el ideal agrega la tercera dimensión y entonces ya no lidiamos con superficies sino con volúmenes. No es lo mismo sentir que estamos pegando ladrillos que sentir que estamos construyendo una catedral.
El alpinista coloca clavijas un poco más arriba de donde está, para luego agarrarse de ellas y subir. El ideal es una clavija clavada en ninguna parte que nos sirve para escalar.
El tema musical de “El hombre de La Mancha” nos plantea con gran belleza algunos desafíos: alcanzar la estrella inalcanzable hasta hoy. Nunca sabemos a qué distancia estamos del éxito. Podrían faltar muchos golpes o un solo golpe, y cuán lamentable sería dejar de darlo si este fuera el caso.
Nos habla de combatir al enemigo imbatible. Combatir con la certeza de triunfar es diferente a combatir por un resultado incierto. Nuestra cultura utilitaria valora el triunfo a toda costa. Una cultura de hidalguía valora el combate rectamente orientado y aun la participación en causas perdidas.
El comportamiento hedonista maximiza el placer y minimiza el dolor, de manera que el coraje se usa poco en nuestros días. El tema nos llama “a corregir el error incorregible, a pelear por lo correcto sin duda ni pausa, porque el mundo sería mejor cuando un ser humano, menospreciado y cubierto de cicatrices, todavía se empeña con su última onza de valor, por alcanzar la estrella inalcanzable”.