Autoevaluación

Un sermón se puede oír como oír llover. Lo mismo una lección. El cambio –el aprendizaje- ocurre en diversas etapas. Primero, las ideas del sermón o de la lección, pueden tener sentido racional, estético o moral. Es entonces cuando en nuestro interior nos decimos “sí es cierto” o “esto es útil” o “qué bello” o“esto es bueno”. El espíritu –diseñado para eso- se mueve en la dirección de lo escuchado cuando lo escuchado es verdadero, útil , bueno o bello.Esto produce como una chispa de encendido, la cual pone en marcha un movimiento. O se pierde en un simple chispazo.

El movimiento comienza con un propósito. Es la resolución de poner en marcha un mejoramiento. En mi trabajo profesional, después de que expongo un mejoramiento posible, suelo pedir a los participantes que se autoevalúen para descubrir a qué distancia se encuentran. ¿ Están cerca o lejos de él?

Una guía de autoevaluación supera al sermón o a la lección. Sus elementos, sus preguntas,planteanuna invitación al cambio y movilizan nuestro propósito. La autoevaluación genera menos resistencia que el sermón. Constituye también un desafío a nuestra sinceridad, especialmente cuando la autoevaluación se hace para uso personal y no para que nadie la vea. Podemos intentar engañarnos pero la probabilidad de ser sinceros aumenta en este caso.

Durante años de nuestra vida, la familia y la escuela nos evalúan y a menudo exhiben nuestros faltantes en un ejercicio de torcida y cruenta pedagogía. Eso nos ha condicionado a ser dependientes del juicio de los demás, tanto que podría conducir a la perversión de pensar que no hay mal ni bien. Que el mal es la acción indebida que es descubierta.La autoevaluación honesta nos libera de ese infantilismo moral y nos pone en camino de ejercer nuestro propio juicio, de reganar autonomía, de darnos nuestras propias normas, según la comprometedora etimología de esa palabra. Para quien es responsable, esto es suficiente. Para quien no lo es, no basta ni con el sistema policial.


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