El celular como moda

En el pasado, el acceso telefónico a los ocupantes de puestos de autoridad, era celosamente defendido por las secretarias. Hoy, aunque los números de los teléfonos celulares se dan con mucha reserva, poco a poco son de amplio conocimiento y la irrupción telefónica va a ir siendo más y más frecuente.

Llama la atención el fenómeno de la comunicabilidad telefónica. A mediados de los años sesenta con la primera central telefónica automática del ICE, se fue generalizando el uso del teléfono, el cual estaba restringido a algunos negocios y unas contadas familias. Pero el salto de comunicabilidad que ha venido con el celular, es astronómico. Repare en cuántos conductores –a pesar de estar prohibido- van cariñosamente recostados a su celular, o gesticulando y hablando por medio del “speaker phone”. O mire con cuánta frecuencia la gente que discurre por las aceras se escapa del aquí y en su ahora van en cháchara cerrada con un interlocutor distante.

Ocurre con el celular que antes de su aparición, tal vez una vez al año necesitamos un teléfono público. Ahora en una buena presa de tránsito se tramitan tres o cuatro asuntos o se dilapida este valioso medio con llamadas del tipo de “Mae, viera que presa más gacha en la que estoy”.

Para muchas personas los celulares son bienes necesarios. Los adquieren porque les satisfacen necesidades de alta jerarquía. Imagine un mensajero por cuenta propia. Para otras personas son bienes de moda. Los adquieren porque casi todos tienen uno. Y una vez adquiridos, pues a usarlos, especialmente si hay muchas personas a las cuales se puede contactar.

Pocos aparatos tan llenos de posibilidades: mensajes de texto, conexión a Internet, telefonía internacional, interconexión con la computadora, grabadora, juegos, teléfono, reloj y en algún momento información sobre ubicación espacial exacta.¿Nos conducirá el celular al ensimismamiento? Solo dormida está una persona más ensimismada que cuando transita embebida en una llamada telefónica.

Con el celular ocurre como se dice que ocurrió con la fotocopiadora. Cuando se la inventó, a nadie le interesó el invento porque la demanda de fotocopias era muy reducida. Hacíamos hasta cinco copias al carbón en la máquina de escribir eléctrica ¡Quién iba a necesitar fotocopias!Pero en cuanto la fotocopiadora estuvo disponible, brotó pujante la necesidad de fotocopiar documentos, artículos de revista o de periódico, recetas y chistes.


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