Un vector es una magnitud con dirección. Por ejemplo una fuerza de tantos kilogramos aplicada hacia acá o hacia allá. Estamos acostumbrados al peso que es una fuerza que se aplica de arriba –donde está el cuerpo pesado- hacia abajo, donde está la romana. Pero una fuerza se puede aplicar hacia unlado, como cuando el jugador derriba al contrario y se gana unatarjeta amarilla. O hacia arriba y entonces el Peter Pan de la obra de teatro sale volando.
Decía el profesor de física que si tomábamos un ladrillo y lo halábamos con una fuerza tal desde la derecha y con una fuerza cual hacia la izquierda, se iba a mover en una dirección que no era ni la del que tiraba desde la derecha, ni la del que lo hacía desde la izquierda.Que se movería en una dirección nueva, según las fuerzas aplicadas. Esa dirección nueva y la fuerza con la que el ladrillo se veía halado, es la resultante.
En las interacciones humanas triviales, surge un conflicto si una quiere ir al cine y el otro quiere ir al teatro. La forma pobre de resolver el conflicto es no ir a ninguna parte. O que uno acepte a regañadientes ir a donde no quería. ¿Cuál sería una resultante constructiva? Hoy al cine y la semana entrante al teatro. O sí, al cine, pero a ver tal película que deseo ver. O al teatro, pero no vayamos a ver tal obra.
Tenemos un diferendo con alguien. Evitamos a esa persona. La tratamos con sequedad. Obviamente esa no es una resultante constructiva.Sigamos frecuentándonos pero evitemos los temas que nos separaron. Concentrémonos en lo que podemos compartir. Tampoco es una resultante constructiva la que ante una discusión de blanco o negro, no tiene la capacidad para introducir la posibilidad de que haya tonos grises. El concepto de la resultante nos enseña que las soluciones más constructivas salen de la formulación de acuerdos.
Esto puede sonar a trivialidad. Pero es lo mismo que ocurre cuando grandes movimientos políticos se hacen un poco a la derecha o a la izquierda. Tony Blair o Lula,por ejemplo, son políticos que se han movido hacia la derecha. Revisan sus objetivos y los medios para alcanzarlos y comprenden que tienen que hacer ajustes.
La convivencia, para el matón, es que los demás hagan lo que él quiere. Para el débil, es plegarse a lo que exige el matón. Para los seres inteligentes y dignos, es encontrar áreas de acuerdo. Lograr eso sin sacrificar principios es una destreza indispensable paragerentes, políticos y gentes de buena voluntad.