Hay situaciones difíciles en los grupos, en las empresas y en los países. Y hay personas que tienen el gran talento de enfrentar las dificultades como retos. Otros en cambio tienen una visión siniestra de las cosas. Ven la calamidad como inevitable.
Joaquín Gutiérrez, el nombre de cuya obra engalana esta columna, toca el tema de la actitud ante las dificultades de manera magistral, según lo recuerdo, más de la obra teatral que de la novela. La esposa de Federico, miraba las cosas desde su lado oscuro. Los proyectos audaces, soñadores de Federico, giraban a muchas más revoluciones que aquéllas a las que giraba la vitalidad de su mujer …; y muchas veces, ambos rotores se encontraban girando en direcciones opuestas. Y eso es notorio pero no extraordinario. Lo extraordinario, lo que es una verdadera chispa de creatividad en el autor, es la exclamación-invitación que la señora le hace a su esposo en un momento de gran pesimismo: ¡ Murámonos Federico !
Cada uno tiene derecho a su talante. Hay el talante optimista y hay el talante pesimista. O más propiamente, en ocasiones o con respecto a ciertos asuntos somos pesimistas y en otras y con respecto a otros asuntos, somos optimistas. En materia de acción, hay personas que ven imposible lo posible. Otras ven posible lo imposible. Unas son freno, otras son ala . No vamos a decir que en un grupo no existe el peligro de que los optimistas contaminen a los demás y entonces todo el grupo empiece a «volarse», como dicen los muchachos. Pero lo que veo muy frecuentemente es el contagio que hacen los pesimistas de las buenas intenciones de los otros. Leí una idea de un autor que comenta el efecto de esas actitudes cuando la organización está enfrentando una necesidad de cambio. Dice que no hay que dejar que los expertos en decir por qué algo no se puede hacer, le quiten el tiempo a quienes lo están haciendo.
Ante una dificultad existen según Covey dos caminos. Se puede recurrir a la queja. O se puede buscar formas de influir. La queja puede ser un buen camino cuando la circunstancia desagradable no es conocida, porque con la queja, se la denuncia, se la pone a la vista. Pero la queja reiterada es una pérdida de energía. Ningún problema se ha resuelto a base de quejarse de él. Los problemas se resuelven cuando buscamos formas de influir en ellos. Algunos son tan grandes que nos descorazonan. ¿ Cómo se hace para comerse un elefante ? me preguntó una vez una estudiante. Yo me imaginé que había que abrir la boca un poco más de lo normal o que había que tener un tenedor descomunal. La respuesta es que para comerse un elefante hay que hacerlo bocado a bocado. Creo que a veces creemos que quejarnos es ir deglutiendo un bocado, pero no lo es. Quejarse es estar al lado del elefante, lamentándonos de su tamaño, pero sin empezar a hacer la tarea. El lema de los ecologistas – Piense globalmente, accione localmente – a lo que nos llama es a dejar de quejarnos por los grandes problemas y a buscar cómo ir arrimando el hombro a su solución .
¡ Murámonos Federico ! es lo que decimos cuando contagiamos nuestro desaliento a los demás, cuando señalamos problemas sin señalar soluciones, cuando encontramos un chivo expiatorio a quien culpar de nuestros males, cuando soñamos con un mundo sin problemas, cuando consideramos que nuestro aporte personal es menospreciable, cuando corremos a proteger nuestro pequeño territorio para ponernos al margen de la dificultad, cuando fantaseamos con la idea de que sólo una gran crisis nos pondrá en camino de las soluciones o cuando nos sentamos a la orilla del camino a esperar que alguien, un experto, un mago, o un enviado nos resuelva los problemas.