Siempre me ha llamado la atención esta imagen procedente de Ortega y Gasset: por un día que al llegar nos clava su puñal en lo hondo del sentimiento, años enteros resbalan sobre nosotros, de cuyo contenido nos es muy difícil acordarnos . Aquéllo en lo que devenimos depende tanto de los golpes de timón como de los golpes de remo, pero los golpes de timón son menos numerosos y más significativos.
En nuestro trabajo y en nuestra vida, ese asunto que comienza rutinariamente, podría convertirse en una coyuntura, en una ruptura, en algo que desembocara en unos resultados que marcaran una diferencia. Hay una expresión en inglés que habla de “estar en el lugar correcto en el momento correcto” . Tanto Ortega como esa frase, aluden a situaciones ordinarias que pueden tener unas consecuencias perdurables.
Lo casual no se puede controlar. Nadie puede provocar lo casual, porque es aleatorio. Aunque lo casual sí puede ser aprovechado, tanto en el momento en que ocurre como en los que lo suceden . Podemos encontrar un tesoro, pero podríamos no explotarlo. Hemos leído en las historias de empresas cómo quien concibe un proyecto conoce casualmente a alguien especial con la consecuencia de que la idea original alza vuelo gracias a este encuentro fortuito . Nadie provocó el encuentro.Pero el momento del encuentro y el tiempo posterior a él, sí pueden ser aprovechados o desaprovechados. Ese momento, esa conjunción de circunstancias, no debe ser esperado porque podría no ocurrir, pero tampoco hay que dejarlo pasar, porque podría no volver a presentarse .
Como el valor de lo casual se ve después, una buena práctica sería vivir todos los momentos abriéndoles la oportunidad de que se convirtieran en momentos estelares. Churchill -cito de memoria- en los días aciagos de la Batalla de Inglaterrahablaba a sus compatriotas de la importancia de vivir esta situación de tal manera que si el Imperio Británico viviera mil años, las generaciones por venir dijeran, mirando a estos días, que ésta fue su mejor hora. Transitamos trechos de nuestra existencia de mala gana, a regañadientes, sin entusiasmo, sin pensar que ésta podría ser nuestra mejor hora. De la misma manera que resulta útil preguntarse con frecuencia si en este momento estamos haciendo el mejor uso de nuestro tiempo, parece también recomendable preguntarse si estas circunstancias ordinarias en las que estamos metidos en este momento no estarán preñadas de grandeza y trascendencia,individual -se entiende- no heroica ni mesiánica. Conviene no esperar ese momento supremo. Pero conviene ver el valor de cada momento. Buscar golpe a golpe, estar dispuesto a dar un millón de golpes,sin ignorar que uno de ellos podría poner el tesoro al descubierto. Y mantenerse atento en cómo no dejar pasar los momentos por los cuales transcurrimos cotidianamente y que podrían estar cargados de significado y de fruto si los viviéramos con mayor profundidad.
La víspera del día de difuntos en España y en Costa Rica hace tiempo, escuchábamos eldrama de don Juan Tenorio. Después de una vida bastante superficial,en sus momentos finales, se le recuerda a don Juan que “un punto de contrición da a un alma la salvación y ese punto aún te lo dan” . Nuestra vida pasada como la de don Juan, también es objeto de evaluación, y aunque no estamos -esperemos- en momento tan dramático como el suyo, conviene creer que si un cambio personal es necesario, el presente y el futuro ofrecen amplias posibilidades de intentarlo y que atarnos al pasado es renunciar a la esperanza ydesaprovechar la oportunidad del punto de contrición.