Fallar, perder, fracasar son palabras cargadas de un contenido negativo temible. En el aula de ciencias del colegio al que asistí, había un rótulo que rezaba “Nadie que tema al mar del fracaso, arribará al puerto del éxito “.Era motivador, pero siempre teníamos temor al fracaso.
He leído de conductores de empresa famosos, que aseguran que en su vida profesional no obtuvieron tener diez éxitos en cada diez intentos. Que les bastó para ser exitosos con tener 6 éxitos por cada diez intentos. O sea, que estaban dispuestos a que cuatro de sus intentos no tuvieran resultados o tuvieran resultados negativos.
Cuando nos enfrentamos a una decisión, realmente lo que nos inquieta es saber cómo va a resultar. Como los resultados están en el futuro, el gran deseo que tenemos es saber cómo va a ser el futuro en lo relacionado con esa decisión . Y es imposible conocer el futuro por más esfuerzos que hagamos. Por más esfuerzos que hagamos en saber cuál va a ser el número premiado en el próximo sorteo de la lotería, sabemos que a pesar de lo que digan los sueños, las alas de las mariposas o las hojas de la mata de “lotería”, cualquiera de los números tiene la misma probabilidad de salir favorecido.
En los proyectos personales -estudios, negocios, amores- aunque el futuro es desconocido, se puede mejorar la probabilidad de éxito a base de realismo y de razonamiento. Se pueden descubrir razones por las cuales las cosas no van a funcionar, se pueden descubrir exigencias que la realidad le plantea al asunto, por ejemplo, que tal negocio no puede tener éxito a menos que se cuente con una cierta cantidad de dinero, o que tales estudios no se ajustan a las particulares características del estudiante. Pero a final de cuentas, una vez recorrida esa etapa de pensamiento, llegamos al mismo sitio: no se sabe con certeza lo que pasará y hay que tomar una decisión. Iniciamos o no iniciamos tal negocio. Emprendemos o no emprendemos talcarrera . Algunos siguen pensando y pensando y entonces caen en lo que se denomina “la parálisis por el análisis” .
Es natural que exista una cierta dificultad para decidir. Siempre decidir es dar un salto en el vacío, apoyados si Ud. quiere, con el análisis previo a la decisión, pero a final de cuentas, siempre es un salto en el vacío debido a la incertidumbre que envuelve al futuro. Esa dificultad puede ser nula en el temerario, el descuidado, el irresponsable . O puede llegar a ser muy alta en el aprensivo, en el pusilánime, en quien tiene obsesión por acertar siempre, por no perder nunca .
Errar, obtener un resultado negativo, es muy desagradable. Pero al igual que la basura puede constituir una desgracia o una oportunidad.La oportunidad que contiene el error, el fracaso, es el aprendizaje. No sólo el aprendizaje puramente intelectual de por qué fallaron las cosas sino también el aprendizaje vital que nos deja cualquier situación desagradable .
Badú decía que los fanáticos de un equipo tienden a exigirle a ese equipo que gane siempre y pensaba que si un equipo gana siempre, eso hace que el deporte pierda interés. El verdadero deportista compite con la sensación de que puede ganar o puede perder. Claro que se prepara cuidadosamente para ganar, pero cuando pierde, aprende, no se desmorona, sino que se prepara para el próximo encuentro.
En la mayoría de los asuntos que nos ocupan, tendríamos más soltura, menos angustia, más alegría si fuéramos intentando cosas, después de una preparación adecuada, con la sensación de que si nos salen bien, qué bueno, pero si nos salen mal, siempre habrá una próxima oportunidad. La vida no concluye con el próximo intento. Se puede esperar que el futuro esté lleno de oportunidades de intentar de nuevo.