La semana anterior, señalaba un conjunto de elementos que hacen difícil la concertación. La otra cara del asunto la veo con mucha frecuencia, durante mi trabajo con grupos, en los cualeshe podido presenciar cómo situaciones de conflicto, agrias disputas, discusiones altisonantes, después de ir subiendo de intensidad, se dirigen como empujadas por la misma dinámica hacia remansos en los cualeslas aguas vuelven a su nivel y se encuentra una disposición al acuerdo, al arreglo, a conciliar, a concertar. Hay una como tendencia gravitacional hacia la racionalidad, hacia la solución del conflicto, hacia el arreglo. Como si el estado natural de la interacciónhumana fuera la paz y no la guerra .
¿ Cuál es el costo del conflicto o del desacuerdo abierto ?¿A qué se debe la tendencia al arreglo? ¿Se trata de pura racionalidad o de economía emocional?
En los grupos pequeños, me ha parecido que los participantes se sienten incómodos después de experimentar o expresar actitudes negativas. Tenemos unanecesidad de los otros, de ser “nosotros” con los demás ycuando pasamos por una situación turbulenta, tememos perderlos . Creo que valoramos más hacer amigos que hacer enemigos. Por esa razón, con una bandera o una divisa deportiva, nos sentimos cerca de todos los demás que la siguen y nos da fuerza y alegría sentirnos afiliados a ese grupo o a ese acuerdo.
Pienso también que tenemos una noción de equilibrio, de armonía, de cómo deberían ser las cosas. La guerra rompe esa armonía, la vociferación también y el conflicto, por más civilizado que sea, nos sacude y al menos nos produce la señal de alerta de que algo de cuidado está ocurriendo.La armonía no puede ser un valor absoluto, esto es, hay que estar dispuesto a confrontar si es necesario. Pero sí es un valor. En la armonía estoy más seguro de no ser agredido o de poder ser apoyado. Y esto es muy importante porque tiene relación con nuestrasupervivencia personal. Los cowboys de las películas del Oeste, siempre liados en disputas y reyertas, tenían vida corta.
El pleito, la discordia, consumen más energía que la paz . Se habla de dormir en paz. Nadie le desea a nadie felices sueños en medio de una trifulca. Descansar, dormir, requieren la suspensión del movimiento, del desplazamiento de la energía .Vigilar, estar alerta, más bien acumulan energía en espera del ataque.
Es más desagradable la sensación de ira que la sensación de sosiego.Quizá un fisiólogo nos diría que también es más costosa. Que las calorías consumidas por un minuto de ira son más que las consumidas por una hora de sosiego.A pesar de la experiencia que tenemos con aquéllos que parecen buscar ocasiones de ponerse iracundos, la ira es una situación física y emocionalmente desagradable . ¿ Será por eso que nos vemos tan feos cuando nos enojamos ?
Como especie valoramos construir. Los signos visibles de la civilización siempre han sido construcciones, creaciones, obras. No se puede construir en discordia, porque la energía que debería dedicarse a construir, se dedica a maquinar, a resistir o a combatir. El conflicto niega esa tendencia a construir que tiene el hombre. De hecho, hablamos de construir o de armar un acuerdo y nunca hablamos de construir un conflicto.
Concertar es entonces, elegir entre el conjunto de elementos que llevan a destruir, a disolver y los que apuntan en la dirección de construir, de armonizar. Viejo conflicto entre Tanatos y Eros. Vieja también la receta que apuesta a la racionalidad del ser humano.